Cultura | Tlatilco |
Región | Valle de México |
Período | Preclásico medio |
Año | 1200-500 a.C. |
Período 9 | Preclásico medio |
Año | 1200-500 a.C. |
Técnica | Barro modelado y alisado |
Medidas |
7.8 x 8.2 cm (diámetro) |
Ubicación | Sala 7. La muerte |
No. registro | 52 22 MA FA 57PJ 765 |
El diseño de esta vasija parece compatible con algunos de los tipos que encontramos en Tlatilco, en el valle de México, en el Preclásico medio. Una época y un sitio de formidable experimentación con las formas cerámicas.
Para que una vasija así, casi completa, sobreviva cerca de tres milenios y llegue hasta el presente es preciso que se mantenga en una cavidad, pues de otro modo el peso del suelo acumulado la rompería. Claramente muchas de las vasijas y figuras de cerámica que conservamos de la época prehispánica quedaron encerradas como ofrendas en cistas de algunos templos y principalmente en tumbas. Ahora bien, el hecho de que una vasija se encuentre en una tumba no implica que no haya sido utilizada a lo largo de su vida útil, por ejemplo en una ceremonia o en un banquete. La superficie de esta vasija en particular exhibe huellas de roce y desgaste compatibles con cierto uso, previo a su enterramiento.
La forma de dos conos unidos por su base, hacia la mitad del recipiente, existe desde el Preclásico. Es apropiada para ser tomada en las manos. En este caso se trata de una vasija bastante pequeña, tanto como una copa o vaso.
Como es común en la cerámica del Preclásico medio, y en la del valle de México en particular, tenemos la presencia de dos engobes que, al menos en algunas partes de la vasija, han quedado superpuestos. Uno es de un color rojo intenso, de una tonalidad similar a la que se obtiene con la hematita, y otro es más bien café. Da la impresión de que el primer engobe fue el rojo, y fue el único que se utilizó en el interior del recipiente. En el exterior parece haber existido también ese engobe rojo, pero luego se recubrió en su totalidad con uno café.
La rotura en la boca de la vasija nos permite advertir la calidad de la arcilla, que en este caso es notablemente granulada, con numerosas arenillas blancas. No es imposible que dicha arcilla se haya encontrado en algún depósito en las cercanías del valle de México, pero sería necesario analizarlo al microscopio para definir su procedencia. Cabe señalar que este tipo de material arenoso era frecuente en la cuenca del Balsas también.
La decoración de la vasija devuelve nuestra mirada hacia Tlatilco con bastante certeza. Zigzags semejantes aparecen también en la cerámica tipo Capacha del Occidente, pero allí las formas de las vasijas y las técnicas decorativas son distintas. Se trata de una sucesión de triángulos o picos. En principio estamos frente a un diseño decorativo cuyo significado difícilmente podríamos confirmar. Podemos decir, sin embargo, que formas zigzagueantes como éstas suelen relacionarse con el curso o movimiento del agua.
Una vez realizados los engobes y antes de la cocción, se hicieron incisiones que traspasaron el engobe y la superficie misma del barro de la pieza. Como surcos, esas líneas abren y muestran la calidad arenosa de la pasta y su tonalidad grisácea, algo rosada.
Como se ha advertido en las notas de estudio de varias piezas de la Colección Prehispánica del Museo Amparo, no siempre estamos seguros de la procedencia de las piezas, así como no siempre los estilos son inconfundibles. Por la vía comparativa, que es tan importante en la arqueología y la historia del arte, podemos ubicar las piezas cuya procedencia desconocemos.