El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Olla globular con asa, vertedera y varios rostros | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Olla globular con asa, vertedera y varios rostros

Cultura Huasteca
Región Huasteca
Período Posclásico temprano
Período 9 Posclásico temprano
Año 900-1200 d.C.
Técnica

Barro (pasta fina) modelado con decoración pintada en dos tonos de rojo

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1481
Investigador

Y allá, hace mucho calor,

se sufre mucho del calor.

Y hay todo tipo de comida, hay mucha variedad.

Allá se dan frutos que no hay aquí

como por ejemplo el que se llama quequexquic.

Muchas se dan allá:

los camotes, cada mes todo tipo de algodón, de flores.

Se le llama la tierra de nuestro sustento,

la tierra de las flores.

(Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, 1975).

El antiguo territorio de la civilización de El Tajín limitaba al norte con la Provincia de Pánuco, tierras de habla huasteca, y ocupaba una porción importante de la costa del Golfo de México, entre el río Tuxpan y la Sierra de Chiconquiaco, además de la vertiente oriental de las montañas de Puebla y Veracruz. En el centro de este dilatado territorio se encontraba la ciudad de El Tajín, núcleo político y económico de un notable estado mesoamericano del período Clásico (ca. 300-900 d.C.). Muchas fueron las ciudades que se sujetaron a esta formidable capital de la llanura costera. Todas ellas, tanto en la selva tropical como en los bosques de tierra fría, compartieron los rasgos de una misma civilización, una arquitectura similar y hasta un mismo pensamiento simbólico.

En algún momento del siglo IX d.C. los gobernantes de El Tajín emprenden una serie de campañas comerciales o inclusive de carácter militar hacia el sur de la Huasteca, particularmente a las riberas del río Tuxpan y a las montañas de Hidalgo con el propósito de abastecerse de nuevas fuentes de obsidiana. Aunque sus esfuerzos en la sierra cesaron al poco tiempo y en coincidencia con el inicio del declive de su civilización, estos contactos se reflejaron en la introducción de materiales y objetos que no habían sido hasta ahora de uso común en la región de El Tajín. Llegaron obsidianas del yacimiento de Zacualtipán, cascabeles con decoración de falsa filigrana elaborados con metales obtenidos en el occidente de México y pequeños tubos de cobre para ser usados como narigueras, además de ollas hermosamente decoradas fabricadas en una pasta de barro rica en caolín.

No es que ambos “universos” culturales se hubieran mantenido artificialmente ajenos, pero lo que ahora sucedía –en vísperas del final de la civilización de El Tajín- era verdaderamente inédito. Al punto de que estas ollas típicas de la Huasteca, provistas de vertedera y asa de tipo “estribo”, fueron importadas a la región y hasta reproducidas localmente.

En el caso de la vasija que es motivo de esta reflexión tiene sobre el cuerpo cuatro efigies que representan cabezas de animales con las patas echadas hacia el frente. La complicada decoración de motivos geométricos se encuentra pintada a manera de bandas horizontales en colores rojo y negro sobre un engobe de color blanco.

Y allá, hace mucho calor,

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