La cabeza de la mujer y la del niño son muy grandes en proporción con el cuerpo, lo que permitió al ceramista que creó esta escena enfatizar la mirada y la presencia de los personajes, a pesar de las medidas muy pequeñas de la obra.
La cabeza de la mujer parece ser rapada. Quedan huellas de la banda aplicada con pastillaje que recorría la frente. Las cejas están indicadas por un sutil modelaje que se prolonga para formar la nariz recta, los párpados están formados por delgados filetes que encierran los ojos y una perforación marca al centro la pupila. La boca está entreabierta. Con esos medios simples, se logró dar a la cara una fuerza expresiva: la mujer mira con intensidad y habla.
Arrodillada con los pies bajo el cuerpo ligeramente inclinado hacia atrás, la madre presenta a su niño dispuesto en una cuna con amarres a la altura de las piernas y la frente. La cara de la criatura presenta las mismas características que los de la madre pero el cuerpo está sin detallar como si estuviera envuelto.
El cuerpo de la mujer no lleva más atuendo que una simple gargantilla, pero los pechos y pezones están delicadamente detallados subrayando su condición de madre, estado que ha de haber tenido mucha relevancia en una sociedad que padecía un alto grado de mortalidad infantil y una esperanza de vida reducida. El baño amarillo que cubre toda la pieza está hecho de limonita. Esta decoración común en las figurillas de este tipo, alude quizás a un uso muy temprano del ungüento orgánico cosmético reportado para los tiempos históricos.
La cabeza de la mujer y la del niño son muy grandes en proporción con el cuerpo, lo que permitió al ceramista que creó esta escena enfatizar la mirada y la presencia de los personajes, a pesar de las medidas muy pequeñas de la obra.