El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Vasija escultórica con forma de perros siameses juguetones | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Vasija escultórica con forma de perros siameses juguetones | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Vasija escultórica con forma de perros siameses juguetones

Cultura Tumbas de tiro
Estilo Comala
Región Colima
Período Preclásico tardío-Clásico temprano
Año 300 a.C.-600 d.C.
Período 9 Preclásico tardío-Clásico temprano
Año 300 a.C.-600 d.C.
Técnica

Barro modelado, bruñido y esgrafiado

Medidas 17   x 19  x 32.7  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1113
Investigador

La expresión juguetona y cariñosa es lo que en principio llama nuestra atención cuando vemos esta obra, en la cual un perro mordisquea la oreja de otro, que aparenta estar contento. En el arte mesoamericano, tales cualidades expresivas no son comunes, con excepción de las piezas creadas por el pueblo de las tumbas de tiro, asentado en la región occidental del territorio. Desde una perspectiva cultural actual puede interpretarse en ese sentido una variedad extensa de gestos, posturas y actitudes plasmada en numerosas imágenes de humanos y animales que interactúan entre ellos.    

Al seguir el recorrido visual por la escultura resulta interesante notar que las dos cabezas de perros comparten un mismo cuerpo, en términos más específicos, son perros siameses o un perro bicéfalo dispuesto de pie y cuya cola es una vertedera tubular cortada diagonalmente; puesto que la pieza es hueca, tiene propiedades de contenedor.

Según se distingue, entre las figuraciones de fauna en este arte, los pares de perros tienen cierta recurrencia, a diferencia de lo que ocurre con otros animales. Esta particularidad iconográfica no es casual, que no se trata de representaciones simples de anomalías biológicas, sino imágenes fantásticas en las que se halla intrínseco el concepto de la dualidad. En la cosmovisión de Mesoamérica, esta idea se encuentra vinculada con el perro.

Además de otras esculturas de perros siameses y de parejas o pares de perros unidos –cada uno con el cuerpo completo– que remiten a gemelos o hermanos, existen expresiones de la dualidad menos obvias; precisamente la misma colección del Museo Amparo resguarda un ejemplo muy interesante: es un perro con atributos de las dos variedades de la raza xoloitzcuintle, una es lampiña y tiene pérdida de dientes y la otra, por el contrario, cuenta con pelo y la dentadura completa; la síntesis artística muestra un perro sin pelo, huesudo y con la piel arrugada, con el hocico abierto que permite ver una ostentosa dentadura con grandes caninos.  

La dualidad expresada en las figuras de los perros expone, al parecer, valores simbólicos de una deidad mesoamericana representada como un perro o con la cabeza de uno: Xólotl. La palabra es náhuatl; entre las acepciones de xolo o xólotl se encuentran monstruoso –en el sentido de anormal–, sirviente, sentarse en cuclillas, plegar y arrugar. Entre los mexicas Xólotl es el dios gemelo o cuate de Quetzalcóatl, por tanto funge como su complemento y simboliza al planeta Venus en su aspecto de estrella vespertina (Quetzalcóatl es el astro al alba). Como estrella del ocaso, Xólotl acompaña o conduce al Sol en su recorrido nocturno por el mundo de los muertos, ubicado en el estrato inferior del cosmos. Tales cualidades y funciones son las mismas que se le atribuyen a los perros como fieles acompañantes, protectores y guías de los difuntos en su estancia o recorrido por el inframundo. Ello permite entender que entre las prácticas funerarias de Mesoamérica sea común el entierro de perros junto a los humanos, o el depósito de figuras de canes como ofrendas mortuorias.

Xólotl es también el dios de las plantas y animales que crecen en par y en lo general de los mellizos. Como sustento del concepto, la mitología mexica narra que para la creación y puesta en marcha del Sol, que ocurriera en Teotihuacán, Xólotl se negó a sacrificarse, huyó y con la intención de evitar la muerte, se transformó en un mexólotl o maguey doble y una milacaxólotl o caña de maíz doble.

En mi opinión, en la imagen de los perros siameses juguetones, así como en otras piezas semejantes del mismo acervo escultórico creado por la cultura de las tumbas de tiro, se ostentan la dualidad y los simbolismos en ese sentido que la compleja tradición religiosa mesoamericana asoció con el perro. En el arte de esta cultura encuentro un antecedente de los mitos que resultan más conocidos respecto al Posclásico tardío y el siglo XVI.

La expresión juguetona y cariñosa es lo que en principio llama nuestra atención cuando vemos esta obra, en la cual un perro mordisquea la oreja de otro, que aparenta estar contento. En el arte mesoamericano, tales cualidades expresivas no son comunes, con excepción de las piezas creadas por el pueblo de las tumbas de tiro, asentado en la región occidental del territorio. Desde una perspectiva cultural actual puede interpretarse en ese sentido una variedad extensa de gestos, posturas y actitudes plasmada en numerosas imágenes de humanos y animales que interactúan entre ellos.    

Obras de la sala

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