Este pequeño cuenco exhibe una sobresaliente calidad pictórica en una sobria bicromía en café sobre crema amarillento, característica del estilo de los talleres cerámicos de la zona de Lagunillas, Nayarit. Con numerosas y finas líneas rectas diagonales ascendentes y descendentes, se formaron cuatro bandas que remiten a corrientes de agua que rodean todo la superficie exterior del recipiente.
Cada par de bandas presenta en medio, y en las secciones angulares, diminutas líneas verticales, mientras que los dos pares de bandas están divididos por la banda ancha y zigzagueante sin pintar que configuran las corrientes mencionadas; esta banda a su vez muestra dos líneas horizontales en zigzag que igualmente evocan flujos agua. Sin margen para el error, debido a la imposibilidad de corrección, la labor del pintor requirió de una habilidad extraordinaria para “dibujar” con un fino pincel los motivos lineales siguiendo la circunferencia del recipiente.
Con formas geométricas abstractas el artista plasmó la imagen figurativa de un cuerpo de agua en movimiento; quizás el exterior de la vasija aluda con sus “olas” a un contenido acuático que alguna vez tuviera el cuenco, cuyo interior se ve oscuro y con huellas de desgaste en la mitad inferior.
La pintura se completa con líneas verticales curvas un poco más gruesas que tocan el borde de la boca, mientras que cerca de la base alcanzan a verse otras formas. El hecho de que se decorara incluso en la parte no visible de la vasija –si consideramos que hay indicios de que estaba apoyada sobre la base y no boca abajo– revela el carácter simbólico de la composición plástica. Cuando colocamos el cuenco con la abertura hacia abajo, en la base se aprecian otros diseños abstractos que se identifica como una figuración solar.
Una cruz griega simple ocupa el centro, alrededor de un círculo que se dejó sin pintar se disponen numerosos motivos parecidos a remos y coloreados como formas sólidas de grosor notable, cada par está enfrentado; los encierra una línea zigzagueante gruesa ligeramente curvada. Las soluciones plásticas permiten señalar que se trata de elementos de diferente tipo, es decir, no son motivos acuáticos. La cruz en el centro alude a los rumbos cardinales, mientras que, a partir de comparaciones con otras obras del mismo estilo Lagunillas, se interpreta la composición radial descrita como un Sol.
La ubicación del Sol en la base de la obra es altamente significativa, pues simboliza el paso diario del astro por el inframundo. En la cosmovisión de la cultura de las tumbas de tiro y en la de los otros pueblos de Mesoamérica en lo general, se concebía que durante la noche el Sol transitaba por el estrato inferior del universo, el cual primordialmente se pensaba como un ámbito marítimo. El cuenco expresa esta idea con una elocuente creatividad: en sus paredes se plasmó ese mundo acuático y, literalmente, debajo de éste al Sol; se trata por tanto de un Sol nocturno.
En la anterior exégesis participa el contexto funerario del que con alta probabilidad formó parte el cuenco. En la cultura de las tumbas de tiro, vasijas como la que nos ocupa, fueron parte importante en los ajuares de los muertos, cuya sepultura común fue una tumba del tipo de tiro y cámara. Acorde con los conceptos culturales en los que se inscribe, este recinto arquitectónico subterráneo pertenece a la vez a dicho nivel inferior de la estructura vertical del cosmos. De tal manera, la ubicación física del cuenco sería plenamente coherente con la imagen del Sol nocturno en el inframundo acuático pintada con maestría en este bello cuenco.