En el interior de una cocina, San Pascual Bailón aparece calzado con huaraches y vestido con el hábito marrón y un paño blanco que hace las veces de mandil, ambos ceñidos con el cordón característico de la orden franciscana. El santo levita con las manos cruzadas sobre su pecho en señal de sumisión a la vista de la custodia que surge de un rompimiento de gloria y se sostiene sobre un cúmulo de nubes acotado por las cabezas de cuatro ángeles. En el extremo inferior izquierdo, se encuentra una hornilla con dos oquedades que permiten observar el fuego para la cocción de los alimentos contenidos en una olla y una cazuela de barro que yacen sobre ésta, junto con una cuchara de hierro. Debajo, sobre un banco de madera, se hallan una sandía y una guanábana mostrando sus pulpas y semillas, un pescado, una jarra, un racimo de uvas y tres frutos rojos. Sobre el suelo se observan varios utensilios de cocina y, entre una cacerola de cobre martillada y una cesta volteada, figuran una calabaza, una coliflor, unas zanahorias, ajos, pimientos, rábanos y cebollas.
La producción de pinturas religiosas de José Agustín Arrieta estuvo fuertemente marcada por la iconografía y las soluciones compositivas de la pintura colonial, pues su formación artística estuvo a cargo de la última generación de pintores virreinales residentes en Puebla, entre los que se encontraban Salvador Huerto, Lorenzo Zendejas, Manuel López Guerrero, Manuel Caro, Julián Ordóñez y José Manzo. Todos ellos se desempeñaron como profesores en la “Escuela de Dibujo de la Real Junta de Caridad para la buena educación de la juventud”, fundada en 1813 a instancias de José Antonio Ximénez de las Cuevas. Desde entonces la Escuela de Dibujo fue llamada Academia.[1] En el caso de San Pascual Bailón, el artista parece haber tomado como modelo la obra que con el mismo asunto ejecutó Manuel Caro (1761-1820), [2] quien fue con seguridad uno de sus primeros maestros.
La aparición de la custodia, el fogón, la cacerola de cobre inclinada y las legumbres sobre el suelo en el extremo izquierdo, así como la postura y el atuendo del santo y el vano de una puerta a la derecha, provienen sin duda del lienzo de Caro. Pero Arrieta reelaboró e incorporó otros elementos en su pintura; por ejemplo, san Pascual aparece levitando y no sobre el piso, suprimió la aureola sobre la cabeza del santo, añadió una olla y una cazuela sobre la hornilla e introdujo un número mayor de frutas, vegetales y enseres como la jarra y la cesta. Igualmente, eliminó la hornilla y los utensilios de cocina dispuestos sobre la pared que aparecen en un segundo plano en la obra de su maestro para concentrarlos cerca del personaje, en la parte inferior del cuadro, y en los que el artista hace gala de su destreza para representar la textura y el colorido de los objetos, los frutos y las legumbres logrando recrear en esta pintura de asunto religioso, una auténtica naturaleza muerta.
Hijo de campesinos de origen modesto, Pascual Bailón fue un fraile español (Torre Hermosa 1540-Valencia 1592) que aprendió a leer y escribir de forma autodidacta y se dedicó a pastorear ovejas en su niñez y juventud. A los veinticinco años profesó como lego en la orden franciscana; así, en los conventos en los que estuvo, se distinguió por su humildad y por desempeñar las tareas más sencillas como portero, cocinero, barrendero y limosnero. Pero pese a su actividad como refitolero, la Iglesia católica lo pondera sobre todo por su fervor a la Eucaristía, lo que ha llevado a que en la iconografía española se le represente con la custodia como su principal atributo. Sin embargo, en la producción visual novohispana, sin anular la inclusión de ésta, se le ha representado preferentemente en las cocinas y se le ha considerado como patrono de los cocineros.
Luego de que el papa Alejandro VIII lo canonizara en 1690, la devoción a Pascual Bailón debió propagarse en la Nueva España durante el siglo XVIII y continuarse en el siglo XIX. Todo parece indicar que la atribución al santo como patrono de la cocina sea un fenómeno regional, particularmente de la zona de Puebla, reconocida por su excelente gastronomía, en donde se han ingeniado refranes populares como el siguiente:
San Pascual Bailón,
báilame en este fogón,
tú me das el sazón
y yo te dedico una canción.
Según algunos historiadores, la producción de pinturas de tema religioso de Arrieta es la más escasa y endeble. Esta aseveración tal vez se sustente en que la mayor parte de su obra no está firmada, mucho menos fechada, a que se halla dispersa en colecciones particulares y a su apego a la tradición colonial. Reconocido y estimado principalmente por sus bodegones y escenas costumbristas, que han llegado a cotizarse muy alto en las casas subastadoras internacionales, el resto de su obra, compuesta por retratos, alegorías y asuntos religiosos, ha tendido a ser menos apreciada respecto a los otros géneros que le han dado mayor popularidad como símbolos del arte nacional. Lo cierto es que Arrieta heredó, como discípulo de la Academia poblana, los modelos y soluciones iconográficas y compositivas de los maestros virreinales de la generación que le precedió, como puede constatarse en este San Pascual Bailón del Museo Amparo y en muchas otras de sus obras de este género. Con todo, si Arrieta debió mantenerse fiel a la tradición de la pintura virreinal religiosa en su estructura formal y con pocas posibilidades de variación en la iconografía, debe destacarse su habilidad como colorista y su maestría para lograr las calidades plásticas de los objetos representados.
Por otra parte, en una sociedad como la poblana, en la que la religión estaba fuertemente arraigada, el artista debió también responder a la demanda de imágenes para el culto, pero sobre todo a la de las devociones domésticas, que todavía en el siglo XIX seguían siendo significativas y explican los numerosos cuadros que realizó de advocaciones marianas (la Virgen de la Luz, la Inmaculada y la Virgen de Guadalupe) para los interiores domésticos. En este sentido, es muy probable que San Pascual Bailón, por su pequeño formato (como el de Caro), se haya pintado a solicitud de algún comitente para satisfacer alguna devoción familiar.
A diferencia de la mayor parte de sus obras de tema religioso, la de San Pascual Bailón está firmada y fechada en 1852. En 1994 formó parte de la exposición-homenaje que el Museo Nacional de Arte realizó sobre José Agustín Arrieta en la Ciudad de México.
Angélica Velázquez Guadarrama
Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM
[1] Castro, Efraín, “José Agustín Arrieta, su tiempo, vida y obra”, en José Agustín Arrieta, 1803-1874. Homenaje nacional, México, CONACULTA, INBA, Museo Nacional de Arte, 1994, pp. 48-51.
[2] La obra se halla reproducida en Bello, José Luis y Gustavo Ariza, Pinturas poblanas, siglos XVII-XIX, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1943, p. 55. En el pie de foto, los autores señalan que se trata de un óleo de 34 x 21 cm aproximadamente, y que al momento de la publicación del libro, la pintura pertenecía a la colección de Agustín Gómez Daza.