Este interesante conjunto, del que hasta el momento no hemos encontrado par en el patrimonio angelopolitano con el cual compararlo, representa al santo Patriarca de pie y formando parte de manera indivisible, con sus sencillas andas escalonadas y con cuatro pináculos dorados en cada esquina de la base. A su vez, también las policromías forman conjunto, aunque diferentes en sus cromatismos según las partes. En cuanto a la peana, ha de señalarse que conserva los orificios delanteros y traseros para la colocación de las varas o travesaños, que, aunque hoy no se conservan, debieron usarse para el carácter procesional que le suponemos.
Lo más probable es que corresponda a una imagen conventual, sin descartar su pertenencia a alguna cofradía o templo que lo utilizara para procesiones menores. Por la posición de las manos e indumentaria, es probable que sea la representación de San José. Sobre el brazo izquierdo, y extendido, tal vez cargaba al Niño Jesús; por el contrario, la mano del brazo derecho se cierra ligeramente para asir la vara de azucenas, atributo tradicional del santo. Porta manto de color azul en el exterior y rojo en el interior, su túnica es verde, ambos con motivos florales dorados de hojas de acanto; en el borde destaca el dorado y esgrafiado de puntos finos que produce formas ondulantes. El tratamiento de los paños es con movimiento y pliegues, a la usanza. Usa zapatos dorados, rasgo poco usual, pues, según la iconografía de este santo, habitualmente se le representa con sandalias. El rostro es de un hombre de mediana edad, según la imaginería en Nueva España.[1] La cabeza tiene cierta desproporción, siendo ligeramente más grande con respecto al cuerpo. El encarnado presenta una capa de suciedad en algunas zonas, lo que no permite ver la encarnación más clara. La expresión del rostro es sobria y no dulce, como es frecuente. El trabajo del cabello tiene poco volumen, está muy ceñido a la cabeza y con escasa ondulación, como se observa en algunas piezas poblanas.
En general, la obra se encuentra en buen estado de conservación, pero tiene una fenda en la parte posterior que abarca todo el manto. Asimismo, presenta otra rajadura del lado izquierdo, en el segundo escalón de la base. La policromía ha sido muy intervenida, lo que hace difícil la descripción de los estofados. La pieza es toda original, con factura apegada a la tradición y con las características de la escultura poblana del siglo XVIII.
[1] Vargas Lugo, 1990: 61.
Fuentes:
Vargas Lugo, Elisa, Imaginería virreinal: memorias de un seminario, México, UNAM, 1990.
Este interesante conjunto, del que hasta el momento no hemos encontrado par en el patrimonio angelopolitano con el cual compararlo, representa al santo Patriarca de pie y formando parte de manera indivisible, con sus sencillas andas escalonadas y con cuatro pináculos dorados en cada esquina de la base. A su vez, también las policromías forman conjunto, aunque diferentes en sus cromatismos según las partes. En cuanto a la peana, ha de señalarse que conserva los orificios delanteros y traseros para la colocación de las varas o travesaños, que, aunque hoy no se conservan, debieron usarse para el carácter procesional que le suponemos.