Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX
San Juan Bautista | Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX | Museo Amparo, Puebla
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Anónimo

San Juan Bautista

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Período 3 Siglo XVIII
Período 4 Siglo XVIII
Técnica Madera tallada y policromada   
No. registro VS.ES.015
Período Siglo XVIII
Medidas 46.5   x 46  x 33.5  cm
Investigador

San Juan Bautista es un personaje destacado en los cuatro evangelios, y por ello es uno de los santos más relevantes dentro de la religión católica. De acuerdo con el Evangelio de San Lucas, el predecesor de Cristo fue el único hijo del sacerdote Zacarías y su esposa Isabel, prima de la Virgen María. Este Evangelista dice que San Juan Bautista “vivió en los desiertos hasta el día en que se dio a conocer a los israelitas”.[1] El Evangelio de San Lucas narra, además, que siendo ya un hombre adulto “Juan pasó por todos los lugares junto al río Jordán, diciendo a la gente que ellos debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados”.[2]

En la representación escultórica que nos ocupa, se ve al primo de Cristo sentado sobre lo que parecen ser los restos del tronco de un gran árbol o, más seguramente, un ambiente rocoso. A diferencia de múltiples representaciones de San Juan Bautista, en esta escultura se le muestra como un hombre joven, imberbe y de cabello rizado. No es ésta una imagen atípica del profeta, pues son frecuentes aquellas en las que se observa a San Juan Bautista como un hombre muy joven, e incluso como niño. Seguramente esta escultura debe mucho a las obras de artistas florentinos del Quattrocento, que representaron “a San Juan adolescente con los rasgos de un efebo imberbe de nerviosa elegancia (Donatello, Verrocchio) o de gracia andrógina (Da Vinci)”.[3]

En los evangelios de San Mateo y San Marcos se afirma que San Juan Bautista se vestía del mismo modo que el profeta Elías: “La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello, y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; su comida eran langostas y miel del monte”.[4] Además, fue muy usual representarlo también ataviado con un manto rojo, color que obviamente nos recuerda que se trata de un santo mártir.[5] En el caso de la obra escultórica que nos ocupa, únicamente viste el manto. Lamentablemente, la policromía de esta escultura está demasiado intervenida, acción sumamente evidente justo en el manto. Éste tiene flores doradas con los contornos, pintados de color rojo. Además, exhibe pequeñas flores azules de tallos delgados. Su reverso, en cambio, muestra una corladura roja. El borde del manto, de ambos lados, muestra una cenefa dorada. Es posible que originalmente esta parte exhibiera un trabajo de punzón con el que muy probablemente se formaron flores, procedimiento muy frecuente en los estofados de las esculturas novohispanas.

San Juan Bautista tiene en la mano izquierda una venera, en tanto que la mano contraria se halla sobre el lomo de un cordero, animal que, en este caso, representa a Cristo. Ello se debe a que en una ocasión, cuando el Bautista vio que Jesús se acercaba hacia él, exclamó: “¡Miren, éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”.[6] Aparentemente, el Agnus Dei es la parte de la escultura que mejor conserva el estofado original. Cabe destacar que el cordero fue representado de una forma muy particular: tiene sus patas delanteras puestas sobre la pierna derecha de San Juan Bautista y acerca su hocico al rostro del santo. Tal vez se quiso expresar de esta forma la estrecha relación que unió al profeta con Jesucristo. Independientemente de ello, considero que esta es una representación de San Juan Bautista bastante peculiar, pues hasta ahora no tengo noticias de una similar, ya sea pictórica o escultórica. En cambio, como se verá a continuación, parece ser que esta escultura y algunas pinturas de la advocación mariana de la Divina Pastora tienen una fuente común.

Hasta el momento, conozco tres lienzos de la Divina Pastora que pueden relacionarse con la escultura de San Juan Bautista. Me refiero a la Divina Pastora que se conserva en la sacristía de la iglesia del Hospital de Jesús de la Ciudad de México, firmada por el pintor José de Páez en 1753;[7] la pintura central de un retablo estípite que se conserva en el crucero de la iglesia franciscana de Ozumba, en el Estado de México, firmada por Páez, y una pintura que se halla en la sacristía de la iglesia dominica de Amecameca, en el mismo estado.[8] En las tres se observa a la Virgen María sentada en el campo, con un grupo de ovejas a su alrededor, las cuales representan las almas de los fieles. Cada oveja tiene en el hocico una rosa con una de las letras del nombre “María”. La madre de Cristo acaricia amorosamente con la mano diestra a una de las ovejas que se le han acercado. Es muy usual que en las representaciones de esta advocación mariana la madre de Cristo aparezca con una de sus manos sobre uno de los corderos.[9] Sin embargo, únicamente en las tres pinturas mencionadas se observa a esa oveja parada, con las patas delanteras apoyadas en la pierna derecha de la Virgen. Quizá se utilizó la misma fuente, seguramente un grabado de una imagen de la Divina Pastora, para pintar los tres lienzos mencionados. Es factible también que esa misma fuente haya sido utilizada por el autor de la escultura de San Juan Bautista para la realización del Agnus Dei. Solamente así es posible explicar la semejanza de la escultura del profeta con las tres pinturas mencionadas. Lo curioso es que haya utilizado una imagen de la Virgen María para la realización de una imagen de San Juan Bautista, pues mientras en la Divina Pastora los corderos personifican las almas de los fieles, en San Juan Bautista el cordero es una representación de Jesucristo.

La Divina Pastora es una advocación que surgió en España en los albores del siglo XVIII. Esta devoción fue promovida por el capuchino Isidoro de Sevilla, quien escribió varios tratados, en uno de los cuales describió la iconografía de esa advocación mariana: “La idea es ésta. Píntase un campo poblado de árboles, y de flores; y en medio de él, sentada en una peña, la Sacro Santa Imagen, vestida con una túnica talar […] Alrededor de ese milagroso simulacro, hay muchas ovejitas, cada una con una rosa en la boca, y su majestad las toma con su siniestra mano; símbolo de las Ave Marías, que le cantan en su devotísima corona, que son místicas rosas que le ofrecen, y que su Majestad cariñosa las recibe”.[10] Las reducidas dimensiones de la escultura de San Juan Bautista nos permiten asegurar que fue destinada para el culto doméstico. Finalmente, debemos señalar que la aureola de plata es una obra decimonónica.[11]

 

[1] San Lucas, 1, 80.

[2] San Lucas, 3, 3.

[3] Réau, 1999: 496.

[4]San Mateo, 3, 4, y San Marcos, 1, 6.

[5] Schenone, 1992, II: 501.

[6]San Juan, 1, 29.

[7] Báez Macías, 1982: 88. El autor señala además que en la colección pictórica del convento agustino de Acolman se conserva una Divina Pastora idéntica a la de la sacristía de la iglesia del Hospital de Jesús, también firmada por José de Páez en la misma fecha. Desconozco si ese cuadro aún se conserva ahí.

[8] La pintura se encuentra a gran altura, por lo que no se puede apreciar ninguna firma. Sin embargo, considero muy probable que esta obra también haya salido del pincel de José de Páez. Cabe señalar que la pintura de la sacristía de la iglesia conventual de Amecameca tiene prácticamente las mismas dimensiones que la de Ozumba.

[9] Sobre esta devoción mariana y sus características iconográficas, véase Schenone, 2008: 376-378.

[10] Citado por Cuadriello, 1999: 69.

[11] Agradezco esta observación a la doctora Patricia Díaz Cayeros.

 

Fuentes:

Báez Macías, Eduardo, El edificio del Hospital de Jesús. Historia y documentos sobre su construcción, México, UNAM, 1982. Cuadriello, Jaime, Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Nueva España, México, Munal-UNAM, tomo I, 1999.

Réau, Louis, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Antiguo Testamento, trad. de Daniel Alcoba, Barcelona, Serbal, 1999.

Schenone, Héctor, Iconografía del arte colonial. Los santos, 2 vols., Buenos Aires, Fundación Tarea, 1992. _____, Iconografía del arte colonial. Santa María, Buenos Aires, Universidad Católica de Argentina, 2008.

 

San Juan Bautista es un personaje destacado en los cuatro evangelios, y por ello es uno de los santos más relevantes dentro de la religión católica. De acuerdo con el Evangelio de San Lucas, el predecesor de Cristo fue el único hijo del sacerdote Zacarías y su esposa Isabel, prima de la Virgen María. Este Evangelista dice que San Juan Bautista “vivió en los desiertos hasta el día en que se dio a conocer a los israelitas”.[1] El Evangelio de San Lucas narra, además, que siendo ya un hombre adulto “Juan pasó por todos los lugares junto al río Jordán, diciendo a la gente que ellos debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados”.[2]

Obras de la sala

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