Consideramos la hipótesis más firme que las obras de lapidaria de la tradición conocida como Mezcala tuvieron en su inmensa mayoría, si no es que en su totalidad, un uso funerario. Formaban un ajuar e iban junto a las ofrendas, pero no eran ofrendas propiamente dichas; eran evocaciones plásticas de la vida, y debían acompañar al difunto cuya alma estaba viajando. Las figuras antropomorfas son las más comunes en el repertorio Mezcala; parecen haber representado a los difuntos mismos y a sus familiares. Algo muy semejante ocurrió en la tradición de las Tumbas de tiro, salvo que allí se utilizó la cerámica para dar vida a personajes y escenas, y en la tradición Mezcala sólo la piedra.
Los criterios generales de la figura humana Mezcala son: abstracción geometrizante, simetría, rostros poligonales, escasa definición de detalles corporales como las orejas, trazos generales para el rostro sin contornos de expresión, etcétera; estos criterios se mantuvieron para un tipo de figura mucho más escasa que es la de individuos sentados. Dentro del pequeño grupo de figuras sedentes que forman parte de la colección del Museo Amparo, también observamos las variaciones propias del corpus general. Esta pieza, junto con la marcada con el registro 435, fueron pulidas con mayor intensidad y en ellas quedan libres de manera más completa las extremidades con respecto al bloque del cuerpo humano.
Esta figura parece estar sentada y con las piernas plegadas, pero la simplificación de los rasgos impide ubicar la posición de los brazos. Lo que sí advertimos claramente es un gusto del artista por estilizar el pliegue de las piernas con una especie de arco muy bien pulido.
Es probable que estas figuras sentadas o reclinadas representen a personajes de alto rango; quizá sean imágenes asociadas con los propios difuntos enterrados en tumbas de mayor jerarquía. A favor de esta posibilidad estarían el escaso número de piezas sentadas en comparación con la enorme cantidad de piezas de pie, y la coincidencia de la postura al sentarse con representaciones pictográficas de personas de autoridad en los códices.
Consideramos la hipótesis más firme que las obras de lapidaria de la tradición conocida como Mezcala tuvieron en su inmensa mayoría, si no es que en su totalidad, un uso funerario. Formaban un ajuar e iban junto a las ofrendas, pero no eran ofrendas propiamente dichas; eran evocaciones plásticas de la vida, y debían acompañar al difunto cuya alma estaba viajando. Las figuras antropomorfas son las más comunes en el repertorio Mezcala; parecen haber representado a los difuntos mismos y a sus familiares. Algo muy semejante ocurrió en la tradición de las Tumbas de tiro, salvo que allí se utilizó la cerámica para dar vida a personajes y escenas, y en la tradición Mezcala sólo la piedra.