Cultura | Tumbas de tiro |
Estilo | Ameca-Etzatlán y San Sebastián |
Región | Jalisco |
Período | Preclásico tardío-Clásico temprano |
Año | 300 a.C.-600 d.C. |
Período 9 | Preclásico tardío-Clásico temprano |
Año | 300 a.C.-600 d.C. |
Técnica | Barro modelado, con pastillaje y áreas bruñidas |
Medidas | 18.8 x 13.8 x 7 cm |
Ubicación | Sala 2. El mundo religioso |
No. registro | 52 22 MA FA 57PJ 338 |
Investigador |
La escultura es un ejemplo de la combinación de rasgos estilísticos propios de las modalidades zonales creadas a lo largo del vasto territorio de las tumbas de tiro. La configuración general corresponde al Ameca-Etzatlán; el tratamiento de la superficie y ciertos detalles al San Sebastián. Ambas escuelas estilísticas son vecinas; en términos geopolíticos actuales, la primera se desarrolló en el centro de Jalisco y la segunda en la cuenca de la laguna de Magdalena, ubicada en la sección noroeste del centro jalisciense, y asimismo en el colindante sureste nayarita. Por su cercanía, no sorprende esta combinación, aunque cabe destacar que el artista integró sutilmente lo San Sebastián al Ameca; esta cualidad diferencia la pieza de otras en las que más bien se advierten elementos exógenos aislados.
Existen esculturas que en gran medida conjuntan algunas características de dos modalidades estilísticas y originaron una diferente, como el estilo Arenal, en el cual subyacen el Ameca-Etzatlán y el Ixtlán del Río. Pudiera pensarse que dicha cercanía dio lugar a abundantes obras “sincréticas”, pero no es así, no es común ver la combinación que atendemos, cabe interpretarla como una manufactura especial, producto de una decisión determinada, de la misma manera que pueden explicarse los rasgos de estilos lejanos –dentro del mismo territorio de esta cultura— en una misma escultura, como en alguna del estilo Comala, de Colima, en la que se pretende imitar al Ameca-Etzatlán.
De lo anterior, se colige que la copia y los préstamos formales son una materia interesante de estudio y es factible procurar su entendimiento en variados contextos históricos. Es necesario apreciar los distintos ángulos de visión que ofrece, pues se trata de una obra plenamente tridimensional; la deformación craneana tabular, la cara alargada, la nariz larga, el resaltado angular en la mandíbula, los senos prominentes y con pezones, la cintura estrechada y el abdomen plano se adhieren al Ameca-Etzatlán. Al San Sebastián, el aplanamiento en los huesos temporales, el cabello inciso, las orejeras de argollas -aun cuando su forma no está del todo definida-, los ojos y la boca como perforaciones horizontales, la ausencia de labios, el énfasis en los pómulos y en las aletas y los orificios nasales, el collar de bandas y, en especial, la voluminosidad de la mitad inferior del cuerpo, con nalgas muy sobresalientes, piernas gruesas y pies enormes con el arco elevado.
En cuanto al color, en el Ameca pueden verse cuerpos rojos, pero lo común es que la cabeza y el rostro presenten un engobe crema; en este caso, que toda la superficie se haya pintado de rojo es característico del San Sebastián. En tanto, las espirales pintadas en positivo en los senos son distintivas del Ameca; llama la atención que en los hombros se pintaran en falso negativo formas circulares que replican las predominantes aplicaciones de barro en esa zona y quizá remiten a la manera de representarlas en el estilo San Sebastián. El artífice de esta obra estaba educado en las convenciones del Ameca-Etzatlán y experimentó algunas dificultades para copiar los rasgos del San Sebastián, y ello se nota en la indefinición de las orejas y orejeras, la forma asimétrica y ancha de la nariz, la delineación triangular en la zona púbica pero sin llegar a marcar la vulva. Incluso dentro de los cánones de los dos estilos, son llamativos el rostro tosco de la mujer y su fortaleza corporal; cabe la probabilidad que se originaran en las complicaciones que experimentó el artista.