Gerardo Murillo, autobautizado “paganamente” Dr. Atl en 1921 durante el furioso romance que lo unió a Carmen Mondragón, alias Nahui Olin, fue un pintor longevo y un agitador con alma de vagabundo que, en una vida a salto de mata, sólo encontró sosiego ante los cerros y montañas del valle de México, los cráteres del Ajusco y sus bosques de pinos, las arideces de la Sierra de Pachuca, el Paricutín en erupción.
La biografía de Atl, puede rastrearse lo mismo en actos que en escritos personales: acaudilló huelgas y simpatizó con el fascismo; predicó teorías que se pondrían en práctica en el muralismo vasconcelista, pero repudió la ideología nacionalista; promovió las artes vernáculas cuando casi nadie las apreciaba, y clasificó las iglesias “ultrabarrocas” de México de 1525 a 1925 en un álbum de seis volúmenes; fue sibarita y mujeriego, gambusino fracasado (Oro más oro), panfletista (La defensa de Italia en México) y novelista excomulgado (El Padre Eterno, Satanás y Juanito García), alpinista y vulcanólogo (La actividad del Popocatépetl). Cuando pintó este cuadro ya era octogenario, le habían amputado la pierna derecha y acababa de publicar el manifiesto Un nuevo género de paisajes: el aeropaisaje, para el cual realizó vuelos en avioneta y helicóptero que le facilitó Petróleos Mexicanos por orden del Presidente de la Republica Adolfo López Mateos.