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Renacer de una tradición: La cerámica de Mata Ortiz
La concentración de los valores que los hombres y las sociedades descubren y cultivan para su vida diaria en tiempos y espacios específicos, crean tradiciones y estilos de expresión que conforme se van refinando o destilando llegan a trascender su época y geografía hasta convertirse en arte universal.
El actual poblado de Juan Mata Ortiz, en Chihuahua, se asentó sobre los vestigios de la legendaria ciudad de Paquimé o Casas Grandes; un importante enclave norteño de las culturas de Mesoamérica. Sus habitantes contemporáneos, inmigrados junto con el flujo de la expansión ferroviaria de fines del siglo XIX y principios del XX, fueron modificando sus vidas conforme a las variables históricas de la región, pasando de ferrocarriles a agricultores y ganaderos.
Sin más arraigo; sin nexos de herencia ni tradición alguna que los vinculara con el sitio y sus antiguos pobladores, los vecinos fueron impactados por la belleza y el mensaje de las ollas y vestigios del lugar, hasta quedar inmersos en el llamado "Milagro de Mata Ortiz", que en el escaso transcurso de estas últimas tres décadas volvió a transformar a los otrora ferrocarriles y ahora agricultores, en expertos artistas.
Cerámica de Mata Ortiz: huella perseguida para saber el cómo y el por qué de una alfarería quincentenaria, que tras el saqueo y la herrumbre, comenzó a revelar sus voces en tepalcates o fragmentos de un esplendor pasado que trascendió el tiempo y el espacio hasta ser aptadas por la sencillez, el amor y la habilidad de Juan Quezada, quien no conforme con ser el receptor de este mensaje intemporal y disfrutar el gozo de la revelación personal, compartió con su familia y su comunidad este conocimiento y enamoramiento del barro, para que juntos volvieran a experimentar el placer de escuchar con el alma cómo cada olla le habla al alfarero moderno para reencontrarse con los alfareros de Paquimé.
Marta Turok l Curadora