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Javier Marín. Retrospectiva
La escultura se asimila mediante la vista y el tacto. Ocupa un espacio tridimensional y configura un espacio en sí misma. El escultor busca unidad en el diseño, de las partes entre sí, como partes de un todo, adecuado al universo, al tiempo. Equilibrio entre la razón y el sentimiento, humildad al tomar conciencia del propio tamaño ante el momento, ante la historia y la propia virtud.
El cuerpo es un velo transparente que deja ver el interior, nuestro dolor y nuestras angustias: es el recinto del alma, el rostro que la representa.
Con Javier Marín el arte cobra vida. Con su asombroso manejo de la anatomía, nos lleva a conocer un mundo en el que forma desesperadas por salir de la materia nos inunda de dolor y angustia, al mismo tiempo que los convierte en la búsqueda: búsqueda de salvación y alivio.
Los cuerpos de Marín cobran vida llenos de emotividad: cuerpos fragmentados, rostros desgarradores a escalas impresionantes, que nos hacen sentir nuestra fragilidad, lo efímero de nuestra existencia.
Al final, lo único que queda es la obra terminada, la culminación de todo esfuerzo. El tiempo se detiene en el momento de equilibrio, en el instante humano que queda congelado. Se materializa la idea y trasciende más allá de la vida de su propio creador. Queda como producto del pasado, válido en el presente, para seguir siendo admirada y estudiada en el futuro. Trasciende al tiempo porque es el tiempo mismo: el hombre y la pasión por el hombre.
Eduardo Mier y Terán l Curador
Javier Marín l Artista