Esta obra testimonia un circuito económico artificial en el que Tercerunquinto hizo que la galería Proyectos Monclova en Ciudad de México adquiriera ladrillos usados en bardas y lugares de construcción informales en Monterrey, a fin de cubrir los muros de su espacio de exhibición, por el tiempo y la dimensión que decidiera el primer coleccionista interesado en adquirir el proyecto. La obra, además de ofrecer al coleccionista una participación activa en definir la dimensión del objeto artístico, hacía intersectar dos circuitos sociales usualmente separados, mediante la compleja operación de un contrato estético.
Esta obra testimonia un circuito económico artificial en el que Tercerunquinto hizo que la galería Proyectos Monclova en Ciudad de México adquiriera ladrillos usados en bardas y lugares de construcción informales en Monterrey, a fin de cubrir los muros de su espacio de exhibición, por el tiempo y la dimensión que decidiera el primer coleccionista interesado en adquirir el proyecto. La obra, además de ofrecer al coleccionista una participación activa en definir la dimensión del objeto artístico, hacía intersectar dos circuitos sociales usualmente separados, mediante la compleja operación de un contrato estético.