Esta escultura representa muy bien el estilo característico de las obras producidas en la Huasteca, de un naturalismo limitado: muy expresivo, particularmente en el rostro, y un tanto esquemático en el diseño del cuerpo. Si observamos la parte baja de la escultura, no percibimos distinción anatómica alguna en el tramo que correspondería con las espinillas y los tobillos; no hay curvas, se trata prácticamente de dos prismas rectangulares y los propios pies son muy cortos. En los brazos, la línea curva tiene un papel más importante, permite dar cierta naturalidad al pliegue de los codos. Pero lo que más llama la atención es el modo en que los hombros parecerían elevarse ligeramente.
Este recurso de elevar los hombros da cierta expresividad a las esculturas huastecas; podemos apreciarlo, en el "adolescente huasteco" del Museo Nacional de Antropología. Parecería que, conforme nos elevamos hacia la cabeza, el naturalismo y la expresión se acentúan. El rostro está trabajado con detalle, con las curvas necesarias para diseñar los pómulos, con unos labios finamente dibujados, y con las cuencas de los ojos (que probablemente tuvieron una incrustación) bien pronunciadas. Incluso advertimos las cejas y el borde del pelo.
El hecho de que la imagen se individualice y defina mejor a la altura del rostro y adquiera esquematismo conforme se desciende hacia los pies tiene cierta correspondencia con la noción mesoamericana del hombre y de la persona: es en la cabeza donde se encuentra el alma individual, la que identifica a las personas, mientras que el alma situada en la parte baja, a la altura del abdomen, es un alma genérica, más animal, propia de la especie. Como quiera que sea, este tipo de estilo que permite oscilar dentro de una misma pieza entre el naturalismo y la abstracción, que tiene algunas soluciones casi geométricas y algunos trazos fuertemente expresivos, vincula la producción escultórica de la Huasteca con las de Tula y Tenochtitlan; el vínculo histórico entre regiones parece haber sido importante.
En cuanto a la identidad y significado de la pieza, parece tratarse de la representación de un sacerdote del dios del viento, llamado Ehécatl en náhuatl, cuyo culto es otro de los rasgos que aproximan a la tradición tolteca-mexica con la Huasteca. En ambas tradiciones este dios es importante e involucra plataformas para templos de planta circular. Son tres los elementos en la escultura que se relacionan con el dios del viento:
1) El gorro cónico, muy característico de la Huasteca e indisolublemente ligado a las representaciones de Ehécatl entre los nahuas y los mixtecos.
2) La larga orejera que termina en curva y que parece estar elaborada con un fragmento de asta de venado. La vemos en representaciones de Ehécatl como la lámina 19 del Códice Borgia.
3) El otro elemento son los caracoles, que en nuestra escultura penden en hilera de la falda, y que aparecen constantemente en las imágenes de los códices.
Esta escultura representa muy bien el estilo característico de las obras producidas en la Huasteca, de un naturalismo limitado: muy expresivo, particularmente en el rostro, y un tanto esquemático en el diseño del cuerpo. Si observamos la parte baja de la escultura, no percibimos distinción anatómica alguna en el tramo que correspondería con las espinillas y los tobillos; no hay curvas, se trata prácticamente de dos prismas rectangulares y los propios pies son muy cortos. En los brazos, la línea curva tiene un papel más importante, permite dar cierta naturalidad al pliegue de los codos. Pero lo que más llama la atención es el modo en que los hombros parecerían elevarse ligeramente.