La pieza que a continuación se describe es una figurilla antropomorfa, en posición sedente. Se representa al individuo, al parecer un hombre, con los brazos extendidos hacia sus costados y carece de dedos. Su cabeza presenta deformación craneana (es decir, fue modificada su forma de manera intencional), ojos en forma de granos de café, nariz ancha y labios gruesos. Probablemente se trate de la representación de un niño.
El artefacto está hecho mediante la técnica de modelado, en un tipo de arcilla café claro, alisado con pocos desgrasantes, imperceptibles a la vista. La figurilla tiene un baño de pintura blanca que en algunas partes se ha perdido. El individuo carece de cualquier tipo de ornamento corporal, vistiendo únicamente un tipo de tocado que cubre la frente del personaje y en su cuello, en la parte trasera, porta un tipo de collarín colocado en pastillaje, con incisiones sobre su superficie.
La figurilla en cuestión pertenece a la importante tradición alfarera del valle de Morelos del periodo Preclásico (1500 a.C.-200 d.C.) específicamente al asentamiento prehispánico de Gualupita.
Este sitio que se halla en las cercanías de la ciudad de Cuernavaca en el actual estado de Morelos y formó parte de una serie de emblemáticos sitios preclásicos del valle morelense. En ellos se desarrollaron complejos sistemas sociopolíticos que nos remiten a la formación de las primeras sociedades urbanas del centro de Mesoamérica. La plástica, elementos y forma de la figurilla sugiere también una cierta relación con el corpus artístico de figurillas de tradición olmeca.
El desarrollo cultural del asentamiento de Gualupita destaca por su antigüedad, pues su surgimiento y consolidación corresponde aproximadamente a los años 1500-1200 a.C. en el Preclásico temprano y medio.
El patrón de organización en sitios como Gualupita fue de tipo jerárquico, con aldeas grandes, pequeñas aldeas satélites y numerosos caseríos. La aldea más grande pudo tratarse de un centro rector o nuclear mientras que los asentamientos más pequeños estaban dominados a esa capital.
Las investigaciones arqueológicas en el sitio han registrado diversos contextos de actividad humana, en particular de tipo domésticos. Aunque difícil interpretar el contexto y uso es este tipo de figurillas, podemos inferir que se asociaban a entornos sociales de interacción colectiva, ya sea como objetos suntuarios de lujo y mágico religiosos. Esta figurilla presenta evidencia de pintura blanca sobre su superficie y esto ha sugerido que las personas de Gualupita, posiblemente, pintaban sus propios cuerpos, quizás en contextos rituales y ceremoniales. Esto es evidencia de un entendimiento artístico sobre el ser humano y del cuerpo como un medio para expresar sentimientos, emociones y formas de concebir el mundo. Al tratarse quizás de la representación de un infante (esto lo podemos deducir por su postura y disposición corporal) se puede inferir la importancia que las sociedades preclásicas de Morelos atribuían a cada una de las etapas de la vida, destacando en esta pieza desde luego, lo importante que eran los y las niñas dentro del tejido social, de ahí la importancia de registrar su presencia dentro de la vida cotidiana a través de los objetos.
La pieza que a continuación se describe es una figurilla antropomorfa, en posición sedente. Se representa al individuo, al parecer un hombre, con los brazos extendidos hacia sus costados y carece de dedos. Su cabeza presenta deformación craneana (es decir, fue modificada su forma de manera intencional), ojos en forma de granos de café, nariz ancha y labios gruesos. Probablemente se trate de la representación de un niño.