Dentro del arte mesoamericano, se destacan algunas piezas elaboradas con arcilla que resultan verdaderamente sorprendentes. Estas obras muestran una diversidad fascinante al representar con maestría el cuerpo humano, los rasgos faciales y los accesorios que los acompañan. A pesar de la amplia variedad de formas que pueden adoptar estas piezas, cada cultura y grupo social ha logrado crear formas distintivas y exclusivas que nos permiten distinguirlas con facilidad.
Esta pieza es un caso particular, ya que presenta características propias de las piezas elaboradas durante el período Preclásico. Sin embargo, también muestra elementos inusuales que no encajan completamente dentro de esta tradición, lo que dificulta afirmar con certeza su temporalidad.
La imagen representa a una persona sentada con el torso ligeramente inclinado hacia la izquierda. La cabeza tiene forma redonda y muestra características peculiares. La boca y los ojos están delineados con incisiones descuidadas, dejando bordes irregulares. Además, en el centro de los ojos se observa un círculo en relieve, lo cual es inusual en las tradiciones prehispánicas. La nariz es pequeña y redondeada, y la parte superior de la cabeza muestra un abultamiento. A los lados, se encuentran dos pequeños semicírculos modelados para simular las orejas, y en la parte superior se aprecia una tira de barro que sugiere una banda para sujetar el cabello, aunque este último no está presente en la pieza.
La cabeza está unida al cuerpo y se puede observar un posible cuello grueso que conecta ambas partes. Del torso emergen dos tiras de barro que representan los brazos, uno de los cuales se dobla y descansa sobre el muslo, mientras que el otro se dobla y descansa sobre el pecho, una postura poco común en esta tradición. Además, en el extremo distal del brazo se han realizado cuatro líneas incisas para simular los dedos. El torso es recto y está inclinado aproximadamente 45 grados hacia la izquierda. En el centro del torso se encuentra un orificio que simula el ombligo.
Una sección notablemente peculiar se encuentra en las piernas, donde dos tiras de barro emergen de la cadera hacia adelante, se doblan en ángulo recto y luego se vuelven a unir en la parte central, fusionándose una con la otra. En esta área, las tiras se aplanan y se marcan cuatro líneas para simular los dedos de los pies. Esta solución es completamente inusual en las figurillas prehispánicas y se destaca por su singularidad.
Además de lo mencionado anteriormente, toda la pieza presenta un acabado descuidado. Se pueden apreciar las marcas dejadas por los dedos del alfarero, y es evidente el uso de diferentes tipos de barro, notándose claramente las áreas donde se integran. Además, es posible que se haya utilizado tinturas para simular el color del barro y las marcas de cocción. Lamentablemente, la presencia de una capa de barniz moderno dificulta aún más la identificación precisa de su proceso de elaboración.
Considerando todas estas características y elementos, es plausible pensar que esta figurilla fue creada por una cultura que intentó emular las figurillas del período Preclásico. El alfarero responsable de su elaboración parecía tener un conocimiento general de las características de estas piezas, pero al mismo tiempo le imprimió su toque personal en aspectos como la fusión de las piernas, la inclinación del torso y los rasgos faciales, los cuales nos permiten identificar su estilo distintivo. Esta combinación de elementos sugiere una reinterpretación creativa de la tradición, con influencias y aportes propios del artista.