Se denomina arriñonados a los recipientes que muestran constreñida o más cerrada la sección central de la boca. En este caso se trata de un cuenco semiesférico cuyas esbeltas paredes fueron simétrica y levemente oprimidas, dando origen a una refinada obra con las curvas acentuadas, todas ellas magistralmente continuas en tanto que el artista no remarcó puntos de intersección.
La superficie oscura se debe a un proceso de ahumado, el cual suele hacerse luego de la cocción de las piezas en el mismo horno, pero sin ventilación. La colección de arte prehispánico del Museo Amparo cuenta con un tecomate de similares dimensiones y tratamiento de la superficie; seguramente ambas vasijas proceden del mismo contexto y fueron hechas en el mismo taller, incluso tal vez por el mismo alfarero. Además del ahumado ligero y uniforme y la destreza del modelado, una clave para identificar lo anterior se halla en la decoración de líneas paralelas en la circunferencia del cuerpo hechas con una punta muy aguda; en el tecomate se hicieron como incisiones en el exterior, cuando la pasta conservaba su estado plástico, y en el cuenco arriñonado aparecen en el interior, cerca de la boca; dado que aquí las delgadas líneas resaltan más claras y dejan ver el color base, se advierte que fueron esgrafiadas después del ahumado.
En el cuenco también son más notorias las huellas de pulido de la superficie, que son trazos largos y semicurvos, tallados horizontalmente; esta acción, previa a la cocción, alisa, cierra los poros y produce un brillo mate. Cuando el pulido se realiza con mayor finura se le conoce como bruñido, y una vez que la pieza es ahumada se genera una brillantez extraordinaria que pareciera impregnada en la obra, no se ve sobrepuesta, como ocurre con los barnices.
Como puede advertirse, el proceso de creación de la cerámica es complejo; aquí únicamente hemos referido la construcción de la forma y el tratamiento de la superficie. Entre la cerámica negra que se produce actualmente en México, la más famosa es la de los valles centrales de Oaxaca, igualmente se elabora en Mata Ortiz, Chihuahua y en Tonalá, Jalisco; la constante es que las piezas sean bruñidas y se graben o raspen ciertos diseños para generar atractivos contrastes de color y de textura.
Respecto a los dos recipientes de cerámica negra del Museo Amparo considero que su contexto original pudo ser una ofrenda sepultada, acaso en un ámbito funerario. No muestran huellas de uso doméstico o cotidiano y su excelente estado de conservación indica que estuvieron enterradas; de otro modo se habrían fragmentado fácilmente; asimismo, su elegante modelado y decorado denotan un carácter suntuario. Pudieron usarse como contenedores de sustancias u objetos.
Se denomina arriñonados a los recipientes que muestran constreñida o más cerrada la sección central de la boca. En este caso se trata de un cuenco semiesférico cuyas esbeltas paredes fueron simétrica y levemente oprimidas, dando origen a una refinada obra con las curvas acentuadas, todas ellas magistralmente continuas en tanto que el artista no remarcó puntos de intersección.