El Preclásico implicó grandes cambios en la vida de las sociedades. Si comparamos las primeras aldeas nómadas que surgieron alrededor del 2500 a.C. con aquellos grupos olmecas de la costa de Veracruz, se podrá distinguir una enorme diferencia.
Estas transformaciones se debieron a muchos factores. Las innovaciones agrícolas permitieron poco a poco producir más alimentos y eso con el tiempo llevó un crecimiento poblacional. Asimismo, que la tierra diera más de lo que una familia necesitaba para su subsistencia permitió poco a poco que un grupo de personas dejara de dedicarse al cultivo y se dedicara exclusivamente a labrar la piedra, a comunicarse con los dioses o a realizar cerámica, surgiendo con ello la especialización artesanal.
La existencia de un grupo de personas que se dedicaba únicamente a trabajar el barro se dio en todos los poblados de este momento. Algunos de ellos crearán piezas que podemos colocar entre las grandes obras de la humanidad, como la pieza Hombre en actitud reflexiva que está dentro de la colección del Museo Amparo, otros crearán objetos más sencillos. Aun así, esta variabilidad nos muestra los distintos grupos que están trabajando y, sobre todo, nos da a conocer que sin importar la región, existía un lenguaje compartido, una forma de modificar el barro que les era común.
En el caso de las piezas 156 y 157 se pueden distinguir la representación de dos mujeres con un trabajo muy sencillo. En la pieza 156 se representa a una mujer que debió estar en posición sedente, pero el día de hoy no contamos con la parte inferior del cuerpo, encontrándose también, con los brazos rotos. La pieza está elaborada de una forma muy elemental. A lo largo de todo el objeto se alcanzan a ver las digitaciones que realizó el artesano para crear la pieza.
La figurilla tiene una cabeza con una deformación craneal oblicua. En la parte superior se pueden distinguir los restos de una banda que fue integrada al patillaje, que debió simular su tocado. De igual forma se aprecian pequeños óvalos colocados al pastillaje con incisiones horizontales que debieron formar parte de su decoración. Los ojos son muy prominentes y cada uno se crea con dos incisiones a cada lado, dejando una zona sobresaliente en medio para simular el iris. La nariz, pese a que está fracturada, debió de tener una forma triangular, mientras que la boca se simula con dos bandas colocadas al pastillaje, creando una boca con labios gruesos. Pese a que no se distingue la representación de orejas en la pieza, es notorio a cada lado de la cabeza, a la altura de la boca, la presencia de dos grandes orejeras, las cuales tienen un orificio en su interior.
Un cuello grueso se encarga de unir la cabeza con el tronco de donde salen dos tiras de barro que simulaban los brazos, pero actualmente sólo podemos ver en la parte trasera el lugar en donde se unieron las tiras con la pieza y el inicio del brazo. En el pecho se distinguen dos esferas que simulan los senos y, continuando, un orificio simula el ombligo. Asimismo, se le colocó al pastillaje, por debajo del cuello y encima de los senos, una pequeña banda al pastillaje simulando un collar.
Por su parte, la pieza 157 comparte algunos rasgos con la anterior figurilla. En ella podemos ver las digitaciones con las cuales se creó la pieza y se distingue el instrumento que produjo las incisiones, consiguiendo casi con la simple apreciación de la pieza recrear el trabajo que el artesano hizo. A diferencia de la anterior pieza, esta figurilla está más completa y presenta a una mujer sedente con tocado, de la cual se carece del brazo izquierdo y las dos piernas. La mujer presenta una cabeza con deformación craneana oblicua, un pequeño saliente en la parte superior de la cabeza nos permite identificar donde comienza el tocado, el cual es acompañado por una banda, colocada al pastillaje, que se trenza en el centro. Los ojos, al igual que en la anterior pieza, están realizados con grandes incisiones, dejando una sección en el centro más prominente para representar el iris. La pequeña nariz respingada fue creada con un pellizco y, para la boca, se colocó al pastillaje un círculo con una incisión en el centro, dando la sensación de unos gruesos labios.
El cuello que ayuda a unir la cabeza con el torso tiene en la parte inferior una banda que lo recorre simulando un collar y, en el centro, tiene una esfera simulando una cuenta. Por debajo están dos pequeñas esferas que simulan los senos y a los lados salen dos bandas a manera de brazos. La izquierda está fracturada y la derecha genera una pequeña curva, posándose sobre el vientre, teniendo en la parte final dos pequeñas incisiones para representar los dedos. Las piernas debieron encontrarse extendidas, pero actualmente sólo presenta la parte inicial, la cual le ayuda a mantenerse en posición vertical.
Estas figurillas, pese a que no cuentan con un trabajo delicado y minucioso como otras piezas, nos muestran cómo un grupo del centro de México se apropió del estilo, lo hizo suyo y, con sus posibilidades, crearon piezas sencillas, pero cargadas de historia, las cuales hoy en día han quedado como un contenedor donde se guardan, desde las huellas del trabajo del artesano, hasta el paso del tiempo que ha transformado a las piezas.