La cerámica mesoamericana presenta formas variadas en función del uso que se le daba en la vida cotidiana o en contextos que salían de lo ordinario, entiéndase ceremonias o contextos funerarios, por mencionar algunos. En muchas ocasiones, podemos designar una función a una pieza gracias a sus atributos formales o decorativos, por ejemplo, las ollas mexicas tipo Tláloc que tienen en sus paredes la representación del dios de la lluvia con una vistosa policromía, difícilmente servía para preparar alimentos, sino que su uso estaba más vinculado a un ritual.
En el caso de las piezas 183 y 204 encontramos características semejantes, ya que ambas son cajetes semiesféricos con una decoración muy parecida de pintura color negro grafito sobre un fondo de color anaranjado y café.
Asignar estas piezas a una temporalidad y región cultural no es tan sencillo, pero podemos guiarnos por la presencia del color negro grafito, el cual es más frecuente durante el periodo Posclásico, particularmente en el área del Altiplano Central. La pieza con el número 183 es un cajete semiesférico, con paredes curvo-convergentes, fondo cóncavo y base convexa; presenta un borde redondeado y fue hecho en barro modelado. Para su decoración se aplicó primero una capa de engobe anaranjado, casi café, y posteriormente una banda ancha color negro grafito a la altura del borde y a lo largo de todo su perímetro. Finalmente, se aplicó la misma pintura negra al interior de la pieza cubriendo todas sus paredes internas y su fondo. El cajete presenta restos de cal con argamasa, que le da un tono particularmente opaco en la parte exterior de su cuerpo. Esto pudo haberlo adquirido en el contexto arqueológico en el cual se encontraba, o tal vez pueda ser una señal del tipo de material que en su momento contuvo.
Por su parte, la pieza con el número 204 es un cajete con paredes curvo-convergentes, fondo y base planos y con borde redondeado. Presenta una impresión circular hecha desde la base hacia el fondo, conocida como botón, lo cual nos permite inferir que es una pieza del Posclásico y del Altiplano Central, pues ese tipo de decoración es característica también de la cerámica Azteca I.
Para su decoración, después de modelar el cuerpo y alisarlo, el artista cubrió la pieza con un engobe anaranjado y posteriormente aplicó una banda de pintura negra ancha alrededor del borde, en su pared exterior. Finalmente aplicó la misma pintura al interior del cajete, dándole un acabado pulido a toda la pieza. Al igual que la pieza anterior, presenta algunos restos de cal y argamasa, que probablemente adquirió del lugar en el cual fue depositada y donde fue recuperada.
Estas piezas del Posclásico llaman la atención por el uso del grafito, el cual se puede distinguir por un brillo singular, el cual se compone por un sinnúmero de punto con una reflectancia independiente. Esto le daba a la cerámica una característica pétrea o de metal, quizá queriendo emular a estos materiales, aunque el simbolismo del grafito es un tema todavía por estudiar.
La cerámica mesoamericana presenta formas variadas en función del uso que se le daba en la vida cotidiana o en contextos que salían de lo ordinario, entiéndase ceremonias o contextos funerarios, por mencionar algunos. En muchas ocasiones, podemos designar una función a una pieza gracias a sus atributos formales o decorativos, por ejemplo, las ollas mexicas tipo Tláloc que tienen en sus paredes la representación del dios de la lluvia con una vistosa policromía, difícilmente servía para preparar alimentos, sino que su uso estaba más vinculado a un ritual.