Entre la gran variedad de figurillas de la Huasteca, las representaciones de jorobados, enanos y personas con deformaciones genéticas ocuparon un lugar especial. Éstas fueron relativamente abundantes en Mesoamérica, ya que aparentemente estuvieron asociadas con numerosos cultos rituales. Particularmente en la Costa del Golfo fueron identificados inicialmente con los ritos del dios de la lluvia y de la diosa de la tierra, y con el tiempo la muy importante bebida ritual del pulque.
La Huasteca preservó muchos de los “dioses viejos” terrenales y una combinación de deidades algo extensa. Lo poco que sabemos de éstos es por la documentación proveniente de la época virreinal. Eventualmente, la arqueología tendrá que darnos más datos para una amplia y mejor interpretación.
Las representaciones de jorobados pueden ser hombres o mujeres. En muchas partes de Mesoamérica son mayormente hombres, pero en la Huasteca las mujeres parecen tener preponderancia. Esto, muy probablemente, debido a la importancia de las diosas en la región. Asimismo, los jorobados podían ser enanos o no, pero el enanismo parece predominar en la región que nos ocupa. Ya que los brazos y piernas parecen ser muy reducidos y deformados en muchos casos. Aún falta comprobar si esta anomalía se debe al enanismo u otra condición genética, en tanto, estas son las formas predominantes en la Huasteca.
En la antigüedad tales personajes tendían a ser vistos como meninos en la mitología del dios de la lluvia, cumpliendo sus mandatos, y cuidando sus lugares. Pero con la diosa de la tierra parecen tener un estatus mayor, casi como semidioses, ayudantes en muchas actividades. Con el culto del pulque en la Huasteca y sus rituales, parecen tener un papel central como una forma alternativa de la diosa de pulque mismo.
Figuras de esta índole aparecieron muy temprano en el Preclásico Inferior (1700 a.C. a 300 d.C.) y extienden hasta el Posclásico (900-1520 d.C.) de Mesoamérica, pero en este caso específico son del Periodo Clásico (300-900 d.C.).
La pieza que aquí nos ocupa es la de una mujer jorobada, manufacturada por la técnica de modelado. Se encuentra sentada e inclinada hacia atrás, en una probable postura ritual. El personaje tiene pelo largo, representado por incisión en la forma de cuatro tiras. Los dedos de las manos y pies son representados con incisiones hechas antes de la cocción.
El torso tiene enormes muslos modelados completamente alrededor de la pieza. Es una figura compacta con la superficie plana antes de colocar el engobe cremoso. Hay fracturas modernas en la cabeza y la espalda. Probablemente se trate de un personaje enano, dada sus desproporciones muy marcadas en las extremidades.
Los ojos fueron marcados con perforaciones cónicas con preparaciones laterales, la nariz es muy grande y redonda como un bulbo y la boca subida. No está claro si hubo originalmente un atavío a la cintura. Gran parte del engobe de lado frontal está ausente. La cara es larga y proyecta una probable deformación genética. Alrededor de la base del cuello están unas cicatrices que pudieran ser vestigios de un collar y, entre los senos hacia arriba, presenta un posible disco que pudiera haber servido como pectoral en este collar.
Probablemente esta pieza represente una divinidad secundaria, o bien, una forma alternativa de alguna deidad. Pudiera ser asociada con la diosa del pulque en la Huasteca. El estilo de la figurilla es un ejemplo de los llamados “Pánuco A”. Estos tipos de figuras fueron fabricadas por un largo tiempo desde el Preclásico tardío hasta finales del Periodo Clásico