La decoración del mundo material, en todas las culturas del mundo, es algo fundamental, ya que transforma la esencia de un simple objeto. Así, una olla se convierte en un instrumento ritual que facilita la comunicación con los dioses; un plato se vuelve un objeto de lujo o a una piedra se transmuta en una imponente deidad. Así, la decoración les brinda a las cosas una esencia que las transforma y les da una identidad.
En la época prehispánica la decoración cumplía un rol semejante, caracterizando los objetos y dotándolos de un significado y una función. Muchas veces esta decoración se realizaba a mano, mostrándonos en las pinceladas de los trazos o en el tallado de las piedras, un trabajo único. Pero, en muchas otras ocasiones, era necesario realizar un trabajo idéntico en varias piezas, privilegiar el tiempo sobre los detalles, es decir, era necesario elaborar muchas piezas en poco tiempo, aunque ello significara la perdida de detalles.
Cuando se trataba de una obra pictórica, para poder realizar el trabajo en serie, existían sellos y pintaderas. Los primeros consistían en una agarradera cónica que se unía a una superficie plana o ligeramente convexa, la cual tenía en la base un diseño en relieve. En cambio, la pintadera era un cilindro con un diseño en las paredes, el cual al rodar dejaba impreso el diseño.
En el caso del lote 1513, corresponde a tres sellos con una figura de mono de pie. Los tres presentan una figura muy semejante. El ojo se crea con un círculo, del cual salen líneas verticales simulando el cabello. La boca está realizada con una línea curva horizontal, mientras que para formar la nariz se colocó una línea simulando la figura de una “U”, pero invertida. El cuello, ligeramente curvo, une la cabeza con el tronco, el cual se va ensanchando en la zona inferior. Los brazos están trabajados en forma de “U”, con una incisión en su interior, saliendo de su parte distal cuatro líneas horizontales simulando los dedos. Asimismo, en la zona del pecho se encuentra una vírgula invertida y, de la parte trasera, sale una espiral simulando la cola. Las piernas tienen una forma en escuadra con una oquedad en su parte intermedia, mientras que, en su extremo distal, se vuelven a encontrar tres dedos, dos de ellos horizontales y el pulgar prensil se marca con una curvatura.
Llama la atención de las piezas que en lugar de crearse de una forma sólida la figura, sólo se contornea, dejado siempre una oquedad en su parte intermedia. Asimismo, los tres soportes revelan restos de engobe, los cuales debieron cubrir la pieza y, en el caso del tercer sello, se encuentra cubierto con una pintura negra, que se le debió colocar en fechas posteriores a su descubrimiento.
A pesar de ello los tres sellos son casi idénticos, presentándose pequeñas diferencias: el primero y el tercero poseen un círculo en el interior del ojo, que el segundo no tiene. Además de esto, se encuentran detalles de conservación: la primera pieza está más erosionada en la sección intermedia, mientras que la segunda presenta pequeñas despostilladuras y desgaste en los extremos de la zona superior y, en la última pieza, se encuentra una gran despostilladura en la mano derecha.
Las similitudes que presentan las tres piezas muestran su elaboración a partir de un molde, el cual permitía realizar el diseño del sello varias veces, como se aprecia en este lote.
La finalidad de estas piezas era la decoración, ya fuera de cortezas, telas, cerámica o, incluso, la piel de la persona, con lo cual se transformaba el material y se le otorgaban nuevas cualidades. Es posible que su uso más frecuente fuera sobre la piel, aunque debido a las características de este soporte y a lo perecedero de la decoración, es imposible saber cómo se combinaban los diseños. Sin embargo, con los materiales que han llegado hasta nuestros días, podemos imaginar un cuerpo pintado con los diseños de los sellos, acompañado por los ricos collares de jade, orejeras de obsidiana, bezotes de diversos materiales y una vestimenta con diversos diseños, permitiéndonos casi sentir el “glamour” de esa época.