Nueva documentación lo refiere en Madrid a principios de los años ochenta del siglo XVI, pocos años antes de su llegada a la Nueva España. Lo anterior hace que tenga mayor credibilidad el relacionarlo con el obispo Diego Romano en su etapa peninsular, y por lo tanto, quizá la llegada de Lagarto a tierras americanas esté vinculada con este importantísimo prelado para el que luego trabajaría en la Catedral angelopolitana. Si bien la documentación aún es escasa, lo aportado por diversos investigadores, lo refieren como un hombre de una gran cultura, de lo que da fe su interesante biblioteca. Se sabe que al llegar a México es nombrado maestro mayor y examinador sinodal de leer, escribir y contar, lo que de alguna manera demuestra la valoración que ya en estas tierras se le profesó. Su labor en la Nueva España se centró, además de sus funciones como examinador y otras de las que aún se conoce poco, en desarrollar su arte. De su trabajo sobresalen sus iluminaciones, las que le dieron prestigio y reconocimiento. Las anteriores, junto a láminas sueltas devocionales y otras representaciones, son las que ocupan su no tan amplio catálogo. De su producción destaca su quehacer en la decoración de los grandes libros de coro que se le encargan en 1600 para la catedral angelopolitana, y en los que laborará hasta principios de 1611 cuando decide regresar a la Ciudad de México.
