Algunos tipos de cerámica son casi universales, podemos encontrar formas similares en distintas épocas e incluso en regiones del mundo muy distantes entre sí. En el repertorio de la cerámica mesoamericana encontramos algunos tipos muy singulares, propios de una etapa específica y desarrollados en una ciudad en particular, tal sería el caso del vaso recto de fondo plano con tapadera, originario y característico de Teotihuacán. Pero encontramos también algunos platos, jarros y cuencos con formas que no sólo varían poco a lo largo de siglos, sino que se parecen mucho también a las de otras regiones del mundo.
Esta olla globular podría proceder de diferentes regiones de Mesoamérica, su diseño coincide con imágenes de códices de la Meseta central pero también se han desenterrado ejemplares similares en el Occidente de México. El tipo globular con dos asas existe desde el Preclásico y no sólo subsistió hasta la época de la Conquista sino que prevaleció y está relacionado con algunas variantes regionales producidas en zonas indígenas el día de hoy, por ejemplo en Michoacán, pero también en la Huasteca.
El desarrollo de las dos asas suele explicarse por el uso de recipientes dedicados a la cocina que no podían ser sujetados colocando las manos directamente en la superficie caliente. Las asas permiten colocar una olla sobre el fuego y también girarla o acomodarla durante el proceso de preparación de la comida. Este tipo de olla sería idóneo para hervir frijoles durante largo rato, una práctica que fue muy habitual en la mayoría de las regiones mesoamericanas.
Hay dos características sobresalientes de este ejemplar específico, más allá de su belleza y de la excelente calidad del barro: por una parte el hecho de que muestre una carbonización generalizada en la mitad inferior de su superficie; y por la otra, que haya logrado conservarse casi entero, tratándose de un objeto de uso doméstico, que normalmente habría sido destruido por el tiempo, por nuevos usuarios o por los desplomes de los muros dela antigua vivienda. Estas características indican que la olla estuvo en uso por varios años, es decir, que formó parte de la batería de cocina de algún hogar.
La explicación más plausible para su conservación sería que la olla fue enterrada por sus usuarios, en alguna cámara funeraria o directamente en la tierra, y esto debe de haber sucedido cuando murió alguno de los miembros de la casa. Quizá con alimento en su interior, esta olla formaría parte de la ofrenda funeraria en la que se colocarían alimentos y bebidas junto a las ofrendas para el difunto.