Los nahuas llamaban malácatl a la pieza circular, habitualmente de barro, que proporcionaba peso al huso de madera empleado para hilar. Tras la conquista el término se castellanizó y quedó como malacate. La mayoría de los malacates conocidos parecen haber sido modelados a mano, aunque algunas de las decoraciones que suelen portar fueron realizadas con sellos.
Aunque se encuentran malacates de diferentes tamaños, en general se acercan a una medida estándar entre los tres y los cinco centímetros de diámetro en su parte más ancha. Algunos, considerablemente más grandes y pesados se utilizaban para hilar con fibras muy duras, como la de la lechuguilla.
Esta pieza corresponde al Posclásico tardío y presenta la decoración cuatripartita típica del período que corresponde al disco solar. Es muy frecuente que los malacates tengan una decoración perfectamente radial, como una flor de cuatro pétalos o un disco con rayos. Independientemente de la función técnica de estos instrumentos, su decoración sugiere que se les atribuía un fuerte valor simbólico.
Por una parte, se trata de un disco perforado en su centro en el que se inserta una vara; todo eso produce un cosmograma y el dibujo cuatripartita que muchos de ellos llevan fortalece esa interpretación. Además, el funcionamiento del malacate requiere del giro regular, del mismo modo que las fuerzas cósmicas suben y bajan de los mundos sobrenaturales a la tierra describiendo círculos. Digamos que el malacate en movimiento es como una alegoría del dinamismo del cosmos.
Además, el malacate estaba fuertemente asociado con la mujer. Hilar era quizá la primera tarea que debía aprender una niña y era una ocupación cotidiana para cualquier mujer. Es interesante conocer que los nahuas asociaban en un juego de palabras la formación de la madeja que iba engrosando el huso tras cada giro con la preñez.
Después de que un eje vertical penetraba la representación de la tierra, se producían giros y tras ellos, la preñez. Diosas asociadas a la vitalidad sexual femenina como Tlazoltéotl se representaban con malacates y husos cubiertos de hilo en varias partes de su cuerpo. Dicho en otros términos, el sistema de malacate y huso representaba el cosmos y una de sus manifestaciones fundamentales: la sexualidad fecundante.