Esta obra de formato semi ochavado (ocho lados) representa al arcángel Miguel, jefe de las huestes celestiales, como mensajero de la voluntad divina, pues señala, con su vara, el origen de un ojo de agua curativa que nacía entre las peñas y rocas en Tlaxcala. Según cuentan la tradición, las crónicas y las averiguaciones eclesiásticas, en 1631 Miguel arcángel se le apareció, en varias ocasiones, al indio Diego Lázaro, que servía de sacristán en un templo franciscano, indicándole el lugar donde estaba la fuente de agua. El ángel le pidió que diera noticia a las autoridades y los vecinos de ésta, pero el indígena no lo hizo inmediatamente, por lo que cayó muy enfermo. Cuando llamó la atención por su mala salud, otra vez Miguel se le apareció y lo transportó milagrosamente a donde estaba exactamente el agua, después de lo cual quedó en perfecta salud. Así, después de otros días de duda del sacristán, finalmente guió a una comitiva y descubrieron el lugar. Delante del pozo que se construyó se levantó el santuario de San Miguel del Milagro, todavía muy importante como centro religioso de la región.[1]
La pintura representa, de manera bastante ingenua, al arcángel en las nubes, con una vara de mando de su ejército angélico en una mano, y sosteniendo una más larga y que termina en una cruz en la otra, aquella con la que señaló el lugar de brote del agua. Plásticamente el arcángel se parece a la forma en que era pintado en la Nueva España del siglo XVII, con su yelmo adornado por plumas, su peto con estrellas, faldellín en dos colores y un manto que vuela, aunque es más corpulento y la paleta tiene menos colores, como se pintaba ya en el XVIII. A sus pies se encuentra Diego Lázaro, aunque bastante perdido, lo que hace evidente que este personaje fue pintado sobre el fondo que corresponde al cielo y no sobre la base de preparación, lo que favoreció el desprendimiento de su capa pictórica. Esto dio pie a preguntarse si la figura no habría sido un agregado posterior, por lo que se procedió a la identificación de sus pigmentos.
La presencia del indígena Diego Lázaro es la que permite realizar la identificación particular de la escena, y que la relaciona con la zona específica de factura y culto, aportando así a la colección del Museo Amparo una obra acorde por completo con las devociones más populares de la región poblano-tlaxcalteca.
Bajo luz ultravioleta (UV) se observó la presencia de un barniz de intervención, colocado por aspersión, por lo que su apariencia es totalmente homogénea, a diferencia de como se aplicaban con brocha durante el virreinato. En esta obra, se aprecian áreas en color negro que no denotan agregados pictóricos, sino que corresponden a la presencia de polvo de cobre conocido como purpurina, aplicada para dar realce y brillo a los detalles decorativos de la imagen principal. Las zonas del faldón del arcángel, cuya no fluorescencia es similar a la de un metal, están facturadas con resinato de cobre.
La sospecha de que el indígena ubicado en la parte inferior izquierda pudiera deberse a una intervención posterior para transformar un san Miguel Arcángel común en san Miguel del Milagro, requirió un análisis de pigmentos para observar si se trataba de los mismos. Pudo comprobarse así que la paleta cromática de ambas figuras es la misma, lo que confirma que toda la imagen es de factura contemporánea y se trata por lo tanto de la narración del milagro tlaxcalteca.[2]
En el análisis del soporte textil se observó la presencia de fibras de tallo (lino o cáñamo) en ambos sentidos del entramado, y por ello no fue posible asegurar una fecha de factura. En el análisis de pigmentos se demostró la presencia de azul de Prusia en el manto de Diego Lázaro, así como en la coraza del arcángel, lo que ubica a esta pintura en una fecha posterior a 1704.[3]
1. Fernando Rodríguez Miaja, “Una maravilla en San Miguel del Milagro”, en Elisa Vargaslugo. Imágenes de los naturales en el arte de la Nueva España, siglos XVI al XVIII, México, Fomento Cultural Banamex, 2005 , pp. 354-383.
2. Estudio de José Luis Ruvalcaba Sil, abril 2012, pp. 13-14.
3. Nicolas Easteaugh, Pigment Compendium, Italia, Butterworth-Heinemann, 2008, p. 315.