Esta escultura ceremonial debió estar colocada a la entrada de un templo, quizá posada en un pequeño pedestal. En el arte del Posclásico fue muy frecuente la ubicación de esculturas antropomorfas y zoomorfas a la entrada y en los diferentes niveles, a ambos lados de la escalinata de los templos. De esa forma, tales esculturas desempeñaban un papel de guardianes y anfitriones de los templos; digamos que eran una especie de centinelas (como en el caso de los felinos o coyotes) o sacerdotes permanentemente dedicados al culto del templo en cuestión. Algunas veces estas imágenes tenían un orificio entre las manos que permitía deslizar un palo de madera, así se convertían en portaestandartes.
Esta imagen en particular tiene los brazos cruzados sobre el pecho, que es una postura muy característica de sumisión frente al poder de los señores o de los dioses. En este último caso se convierte en un ademán de adoración. Por lo tanto, la función de esta escultura, si, como pensamos, estaba situada a la entrada de un templo, fue similar a la del Chac mool tolteca: un sacerdote en actitud permanente de veneración.
El estilo de esta obra es interesante y complejo, pero tenemos elementos para reconocerlo al compararlo con varias obras del Posclásico. La distingue un realismo muy expresivo que logra sus fines sin necesidad de ejecutar una reproducción total de los atributos naturales. Esto fue muy característico del arte tolteca y mexica, pero también del arte huasteco.
A diferencia de otras esculturas huastecas, en esta pieza no hay un tratamiento tan esquemático de las extremidades inferiores; digamos que el moderado naturalismo en el diseño del cuerpo afecta a la figura completa, como ocurre con el arte mexica. El rostro, sin embargo, no corresponde con el estilo mexica, es ligeramente más expresivo e individualizado que el conjunto de las tallas tenochcas. La postura, sin embargo, es más propia del arte mexica que del arte huasteco.
Esta ambivalencia fue muy característica de la escultura de Castillo de Teayo, un enclave mexica en la huasteca veracruzana, donde los modelos y tipos de la escultura mexica se reestilizaron en manos de los excelentes escultores huastecos. El diseño de la capa de pelo con una línea pronunciada sobre la frente fue una de las características notables de aquel estilo provincial, al que creemos que pertenece esta pieza.