Esta pintura sobre lámina de cobre, con formato semi ochavado, representa al joven san Luis Gonzaga (1568-1591) que murió en una epidemia de tifo por haber ayudado a los enfermos, siguiendo un modelo de caridad y fe de total entrega. Fue beatificado en 1605 y canonizado en 1726, fecha a partir de la cual es común que los jesuitas lo representaran como aparece en esta pintura: rezando, con el crucifijo tomado por un paño para no manchar lo sagrado; el cráneo con el que reflexiona sobre la muerte; la corona, por la casa noble que dejó para dedicarse a Dios, y el lirio de pureza; aunque aquí aparece también con el rosario.[1]
Su canonización, al igual que la de san Estanislao de Kostka, otro joven jesuita, fue reflejo de un cambio importante en la religiosidad: en vez de seguirse un modelo hagiográfico contrarreformista que enalteciera las grandes vidas y grandes sufrimientos, se santificó a dos jóvenes sin las hazañas heroicas o grandes martirios, como era común hasta entonces. Con ello cambiaban los valores de virtud (y también de vicio), y se aceptaban nuevas formas de entender la entrega a Dios.[2]
Las importantes pérdidas y repintes en el fondo de la imagen del Museo, no demeritan totalmente la belleza serena de este santo, que con sólo 10 años juró el celibato, logrando ser reconocido como un patrono de la juventud católica por su pureza y virtud.[3] La sencillez de la pintura, que representa un momento de total ensimismamiento y silencio, está acorde con los pocos elementos de la pintura, así como con la paleta más bien fría y apagada que el pintor eligió para llevar el mensaje de entrega incondicional.
[1]. Jaime Cuadriello, Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Nueva España, México, Patronato del Museo Nacional de Arte, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, CONACULTA, INBA, 2000, Tomo I, pp. 78-84.
[2]. Fernando R. de la Flor, “La ‘fabrica’ de los nuevos santos: el proyecto hagiográfico jesuita a la altura de 1730”, en Pablo Fernández Albaladejo. Fénix de España. Modernidad y cultura propia en la España del siglo XVIII (1737-1766), Madrid, Marcial Pons Historia, Universidad Autónoma de Madrid, Universitat d’Alacant, Casa de Velázquez, 2006, pp. 215-235.
[3]. Jaime Cuadriello, op. cit., pp. 79-80.