Caldero de configuración troncocónica y perfil sinuoso con borde estrangulado y saliente. El pie circular y campaniforme sobre zócalo elevado y escalonado, lleva adornos similares al del recipiente, en tanto que un abultado toro gallonado se dispone en el estrangulamiento del cuello. Cenefas de perlas relevadas unidas por esquemáticas ondas y coronadas por triple filamento floral, gallones convexos y coronas de acantos puntiagudos son los motivos del ornato. Carece de asa. La inscripción de su borde informa sobre el peso de la pieza: 14 marcos, 4 onzas y 9 adarmes.
Sin marcas que nos permitan desvelar tanto su centro de origen como su autor, hemos de acudir a su estilo y morfología para proponer su clasificación. Su tipo se aparta del modelo de acetre característico de Nueva España desde el siglo XVII, compuesto por una zona bulbosa inferior, cuerpo intermedio troncocónico o cilíndrico y boca abierta con lobulado de bocados. Su configuración, reflejo de las nuevas corrientes neoclasicistas, viene definida por el contrario por dos cuerpos troncocónicos contrapuestos, el superior, de mayor diámetro, constituye el caldero y, el inferior, el pie sobre el que se asienta.
De la decoración de gallones del borde característica de la etapa anterior mantiene de todas formas el cuerpo superior del recipiente, dividido en secciones de suave perfil convexo. En el enganche del asa al borde persisten también las cabezas de querubines fundidos, con copete sobre la frente, rizos confundidos con las plumas y alas con dos volutas contrapuestas en su borde superior, tipificados en la platería mexicana y repetidos a la cera desde la misma centuria. A este momento de transición y consolidación de la estética académica, síntesis entre la tradición novohispana y la adopción del nuevo lenguaje clasicista, responde el acetre del Museo Amparo que, por su estilo, puede datarse en torno a los años finales del siglo XVIII.