Pie liso, bajo y torneado, con pestaña saliente, seguido de un cuerpo convexo intermedio y un escalonamiento que da paso a un pequeño vástago troncocónico. Caldero troncocónico dividido en dos zonas por un filete central, con fondo semiesférico ligeramente convexo. Cincelada con suave relieve, la decoración del recipiente presenta hojas de acanto y espejos ovoides enmarcados por cintas y roleos que forman seis cartelas en la parte baja; y grupos de tornapuntas entrelazadas, intercaladas de igual forma con esquemáticas hojas de acanto, en la superior.
Boca muy abierta con lobulado acucharado de gallones separados por hileras de puntos incisos y cabezas de mascarones, de tradición manierista, en el enganche del asa. Hueca en su interior y laminada según las caras de un prisma, el asa ofrece diseño de triple ce con bola o perillón sobre roseta en su extremo superior.
Carece de hisopo. Con algunas variantes, la pieza acusa su dependencia del modelo que se define desde el siglo XVII en Nueva España para este tipo de recipientes destinados al agua bendita, en vigencia hasta el XIX (1). Su morfología, compuesta por una zona bulbosa inferior y un cuerpo intermedio troncocónico o cilíndrico, repite básicamente la misma estructura codificada en lámparas votivas, candeleros o ciriales.
La boca adopta perfil lobulado, semejante a los bernegales y a las copas de bocados, piezas para beber propias del siglo XVII, al igual que el asa fundida en forma de triple ce en tornapunta. Los ejemplares más antiguos clasificados hasta el momento se conservan en Cantabria y datan de 1659 (Castro Urdiales) y 1688 (colegiata de Santillana del Mar); mientras que los de las iglesias de la Purísima Concepción (Huelva) y Buenavista del Norte (Tenerife), labrados en la Ciudad de México por los plateros José del Castillo y Miguel José de Tabora, se fechan con anterioridad a 1753 y entre 1731 y 1750 respectivamente. De 1700-1715 y procedente de Oaxaca es el de Cumbres Mayores (Huelva) (2). Con este último comparte la pieza del Museo Amparo la forma del pie y el asa en plata laminada, en tanto que las cabezas de mascarones se asemejan a las que aparecen en los arranques de las cadenas de una lámpara marcada en Yucatán entre 1675-1700, propiedad del Museo Franz Mayer (3).
Sin marcas para orientarnos, ni documentación, su trabajo esquemático y la relativa levedad de la chapa parecen revelar su hechura en un obrador secundario —posiblemente de algún centro local del sur de la región de la antigua Nueva España— apegado a las formas tradicionales y a los viejos temas heredados del manierismo: espejos, tornapuntas y cabezas de mascarones.
1. Véase por ejemplo los acetres reproducidos por Anderson, el del Museo Franz Mayer de México o el de Tepotzotlán y otro de colección particular. L. Anderson, El arte de la platería en México 1519-1936, Nueva York, 1941, t. II, láms. 27 y 122; C. Esteras Martín, La platería del Museo Franz Mayer…, ob. cit., pp. 306-307, nº 132; La Platería Mexicana, ob. cit., p. 86, nº 175; y Platería Novohispana. Museo Nacional del Virreinato. Tepotzotlán, México, 1999, p. 122, OR/134.
2. Cfr. S. Carretero Rebes, Platería religiosa del Barroco en Cantabria, Santander, 1986, p. 172, nº 152, lám. 169, y p. 153, lám. 170; y C. Esteras Martín, Orfebrería hispanoamericana. Siglos XVI-XIX. Obras civiles y religiosas en templos, museos y colecciones españolas, Madrid, 1986, p. 41, nº 13; y «Platería virreinal novohispana…», ob. cit., pp. 204-205, nº 39; y J. Palomero Páramo, ob. cit., pp. 62-63, nº 5; y pp. 106-107, nº 24; y La Platería Mexicana, ob. cit., p. 32, nº 62.
3. C. Esteras Martín, La platería del Museo Franz Mayer…, ob. cit., pp. 113-116, nº 26.