Pareja de atriles sobre apoyos fijos de hierro realizados en plancha de plata repujada y clavada sobre armazón interior de madera de cedro. De formato rectangular, el respaldo se define por sus contornos sinuosos determinados por la movida traza de rocallas y tornapuntas que van recortándose en los bordes. El copete del coronamiento se configura asimismo en forma de escudete de rocallas en torno a espejo lanceolado. No obstante, y a pesar de sus formas decorativas rococó, su composición mantiene una rigurosa simetría axial en la distribución de los motivos, a base de las consabidas rocallas, volutas vegetales, tallos y flores, todo relevado sobre un fondo que combina las zonas mateadas a base de rayados con las superficies lisas y bruñidas. El marco central muestra la figura grabada del Salvador del Mundo, de medio cuerpo y en actitud de bendecir con su mano derecha, sosteniendo con la izquierda el orbe coronado por la cruz o el libro de los evangelios.
Característicos de la platería barroca son este tipo de atriles de altar realizados sobre alma de madera revestida con láminas de plata repujada. Su diseño, con recuadro rectangular central ceñido por moldura de media caña sobre ménsula semicónica lisa y moldurada de perfil sinuoso cóncavo-convexo, resulta prácticamente calcado de una pareja de atriles-sacras de la colección Isaac Backal (IB-018-A y IB-018-B), marcados en Ciudad de México hacia 1780.[1] Otro par de atriles-sacras en colección particular, ensayados por José Antonio Lince hacia 1779-1788,[2] acreditan que se trata de un modelo de atril, sólo en combinación con las sacras, que se tipifica en los obradores mexicanos del rococó durante el último tercio del siglo XVIII. Sin embargo, la pareja de atriles del Museo Amparo, a diferencia de los ejemplares anteriores, presenta una ejecución popular de marcada influencia indígena, visible especialmente en las imágenes figuradas del espacio central.
La ausencia del marcaje reglamentario y la persistencia retardataria de temas iconográficos que se remontan a los primeros tiempos de la colonización, apuntan del mismo modo a una interpretación provinciana y arcaizante de los modelos capitalinos realizada en algún centro secundario local, quizá en las platerías de Oaxaca, región de donde proceden algunas otras piezas de la colección como la lámpara-araña que perteneció a la iglesia de San Mateo del Mar. Su mayor originalidad reside precisamente en las representaciones cristológicas de sabor medieval, que sustituyen aquí a los canónicos textos latinos de las sacras. Su iconografía copia al pie de la letra un grabado posiblemente en madera. Prueba de ello es un pequeño tapiz de plumas del siglo XVI existente en el Museo Nacional del Virreinato (Tepotzotlán) con idéntica representación del Salvador del Mundo,[3] sin duda derivada de un grabado gótico –como denotan los pliegues muy definidos–, versionado con la técnica de la plumaria o grabada en plata en función de las necesidades del culto y de la doctrina.
Como es bien sabido, estampas, xilografías y grabados gotizantes fueron distribuidos por frailes y misioneros entre los indígenas desde los primeros momentos de la evangelización como valioso instrumento para la catequización. Impresos principalmente en las prensas alemanas, particularmente de Nuremberg, o flamencas durante los siglos XV y XVI,[4] su misma naturaleza de hoja suelta hizo de ellos el medio idóneo para la difusión de la fe a través de la imagen, a la par que se convirtieron en modelos de inspiración para los artistas indios que trabajaban en los talleres de imaginería, pintura mural o arte plumaria. Sorprende la persistencia de estos modelos tan arcaizantes –como evidencian estos atriles del Museo Amparo– hasta las postrimerías del período virreinal.
[1]. AA VV, 1994: p. 36, nº 70.
[2]. Esteras Martín, 1989: pp. 324-325, nº 99-99A.
[3]. Martínez del Río de Redo, 1993: pp. 116-117, 120 y 125.
[4]. Martínez del Río de Redo, 1993: pp. 119-120.
Fuentes:
Martínez del Río de Redo, Marita, “La plumaria virreinal”, en El arte plumaria en México, México, Fomento Cultural Banamex, 1993.