Algunas manifestaciones del arte mesoamericano son difíciles de ubicar en el tiempo y en el espacio; sucede cuando se trata de figuras muy sencillas, que no tienen una cantidad suficiente de rasgos iconográficos o estilísticos como para detectar la huella de una región o cultura específicas. Es también el caso de aquellas piezas cuyo material, técnica y tema fueron tan extendidos que pudieron haberse producido en diferentes momentos y lugares.
El cuarzo o cristal de roca se utilizó durante el período Clásico y se volvió muy frecuente en el Posclásico, en especial dentro de la llamada Tradición Mixteca-Puebla. La imagen del sapo aparece claramente en el Clásico, en especial en el arte de la Costa del Golfo, y es también muy frecuente en el Epiclásico o Clásico tardío y en el Posclásico.
Sin duda, entre las implicaciones simbólicas de la imagen del sapo destaca la que tiene que ver con el agua y en especial con el advenimiento de las lluvias, que hacen brotar a los anuros de charcos y arroyos. Además, el sapo se asocia con la idea del origen del mundo; es uno de los animales mencionados en las mitologías americanas cuando se habla del monstruo original de cuya fractura surgió la tierra.
El diminuto tamaño de esta pieza es una de las características que llaman más la atención. Los artistas mesoamericanos llegaron a fabricar obras monumentales, en monolitos de varias toneladas, y también objetos diminutos, que hablan de una enorme delicadeza y sentido del detalle. Algunas de las piezas de menor tamaño del arte mesoamericano eran cuentas de collar, pero en esta figurita no advertimos perforaciones, por lo que es probable que se tratara de parte de una ofrenda, en la cual, seguramente, hubo decenas o cientos de otros objetos de pequeñas dimensiones.
Si bien el uso del cristal de roca hace pensar de inmediato en la Tradición Mixteca-Puebla, esta talla muestra características que observamos también en piezas del llamado “estilo Mezcala”, todavía por precisarse y definirse con exactitud. La incisión con la que se ha formado la boca, así como los trazos que distinguen las extremidades traseras del resto del cuerpo son profundos pero muy rectos. Fue un recurso muy utilizado dentro de la vertiente más esquemática de las pequeñas esculturas de Mezcala, la de producir ciertos cortes en la piedra con los cuales se identificaban las partes básicas de la figura a representar. La elocuencia y maestría de los artistas de dicha tradición fue tal que esos pocos trazos rectilíneos bastaban para sugerir volúmenes e identificar las formas. En este caso se trata de una figura zoomorfa pero la misma técnica se empleó con la figura humana, como puede apreciarse en otras piezas de este Museo.