La flor de cuatro pétalos es un motivo muy común en el arte de Teotihuacán. Se encuentra representado en diversos materiales, tales como pinturas y grabados en vasijas, relieves en edificios, pinturas en muros, figuras de cerámica adheridas a los incensarios y orejeras de piedra como estas piezas. Existe un vaso trípode con la pintura al fresco resguardado en una vitrina de la sala Teotihuacán del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México cuya pared está llena de las flores de cuatro pétalos. Además de que están pintadas de verde-azul como el color de la materia prima de nuestras orejeras, la forma de la flor es idéntica.
La flor tetrapétala representa la superficie de la tierra dividida en cuatro rumbos cardinales y el centro. Aunque este concepto de la cosmovisión no solamente es exclusivo de Teotihuacán sino es compartido por varios pueblos de diferentes regiones y épocas en Mesoamérica, destaca su importancia en esta gran urbe clásica del Altiplano central por la presencia de un túnel que termina en una cueva en forma de flor de cuatro pétalos ubicado bajo la Pirámide del Sol. La cueva se encuentra casi debajo de la cúspide y fue alterada artificialmente para darle la forma. La construcción de la Pirámide del Sol se debe a la localización de esta cueva cuatripartita.
Las piezas están elaboradas principalmente con la técnica de desgaste. Es la técnica más común entre los lapidarios indígenas para trabajar las piedras duras. El corte del contorno fue formado con un cuchillo o un cordón tensado por medio del movimiento de vaivén. Los agujeros fueron perforados con un instrumento como taladro a través del movimiento rotativo. Finalmente, las piezas fueron pulidas mediante un abrasivo muy fino.