El cráneo-clavo labrado en piedra no fue hecho para ser presentado de manera aislada, y su forma alargada apunta a que, en conjunto con muchos otros cráneos con espiga, estaba empotrado en hileras en la mampostería de los techos o muros de un templo, o bien en las paredes laterales de una plataforma, generalmente para recubrir grandes áreas. En el México prehispánico existían varias modalidades de exposición de cráneos, muchas de ellas figuradas a manera de una representación escultórica que hace evidentes referencias al sacrificio humano y a la ofrenda, aunque no siempre se logra determinar la especificidad de cada práctica puesto que los modos particulares de presentar las cabezas trofeo y los cráneos se llegan a confundir.
A través de la arqueología se han encontrado numerosos ejemplos de cráneos espiga y, por lo general, no se encuentran en su lugar original; no obstante, es posible reconstruir la manera en la que se veían los cráneos enhiestos en la mampostería de los techos, gracias a las representaciones de los templos en algunos de los códices, específicamente en el Códice Tudela, así como en ciertas pequeñas maquetas de templos hechas en barro y que se encuentran en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología. Desde la cumbre de los templos, las hileras de decenas de cráneos estáticos contemplan el horizonte; los ejemplos prehispánicos de grandes muros laterales con áreas de mampostería cubiertas por cráneos espiga también se conocen y se conservan. Los podemos encontrar en la fachada del Templo de las Caritas en Cempoala, Veracruz, así como en las altas paredes de uno de los templos importantes de Kabah, Yucatán, en el área maya. En estos casos, los cráneos espiga están colocados en altas paredes, aunque de igual modo resulta común encontrarlos en los muros laterales de una plataforma baja.
Otro de los ejemplos arqueológicos de plataformas con cráneos espiga se encuentra en el Templo Mayor de Tenochtitlan, y se reconoce por su excelente estado de conservación: se trata de un basamento de paramentos verticales en cuya fachada poniente se observa una escalinata con alfardas de doble inclinación y con molduras, que en sus otras tres fachadas está cubierta por un conjunto de 240 cráneos de piedra de tezontle recubiertos de estuco blanco que tienen espiga en la parte posterior y fueron colocados uno junto al otro hasta formar un panel que genera una ornamentación de claros y obscuros creados por las oquedades de las órbitas oculares de los cráneos. En este caso, los cráneos espiga están colocados en grupos de múltiples hiladas que cubren grandes superficies, aunque también se encuentran colocados de manera que corren alineados en una sola hilera o esparcidos sobre la superficie vertical.
Lo encontramos así en una estructura del Conjunto del Templo de Tláloc en Calixtlahuaca, Estado de México, a su vez que en Cholula, Puebla, donde la pequeña plataforma que lleva los cuatro cráneos espiga enhiestos encuentra correspondencia en los códices, específicamente en el Códice Borbónico. Los investigadores, -principalmente los arqueólogos-, que han estudiado estas estructuras, tradicionalmente las han llamado altar tzompantli y parecería que la identificación se basa sobre una apreciación subjetiva, por lo que es importante señalar que son reflejo de una de las diversas prácticas ligadas con el cuerpo humano, en este caso la cabeza y reflejo de la manera en la que era concebida como receptáculo de fuerzas naturales entre muchos pueblos del México prehispánico desde épocas muy tempranas.