Debido a que la cerámica es uno de los objetos más duraderos y abundantes que se han encontrado de épocas pasadas, es una fuente de información muy útil para conocer el modo de vida, las relaciones entre los pueblos, su dieta, sus ritos, sus adelantos tecnológicos y los diversos estratos sociales que conforman las sociedades antiguas. En algunos casos, cuando no sobrevivió otro tipo de información como libros o documentos que nos den más datos; la cerámica y los objetos encontrados en pueblos antiquísimos son auténticas revelaciones de datos clave para conocer la historia de los pueblos que las crearon.
Esta vasija es un tipo de cerámica conocida con el nombre de plomiza, o “plumbate” como se le conoce en inglés. Se llama así por el brillo grisáceo-negruzco combinado con el naranja del barro; esta apariencia se debe al alto contenido de hierro y cromo del engobe con el que se recubre que, al fundirse, le da a la vasija una apariencia vidriada o metálica; cuando existen más metales en su composición la vasija se torna más obscura.
Esta cerámica ha servido para marcar una época de la historia de Mesoamérica, un “horizonte cultural” que fue dominado por los toltecas. Los arqueólogos especializados en la cerámica de Tula dicen que esta cerámica plomiza es el mejor marcador panmesoamericano de la época de esplendor de Tula, del 900 al 1150 d.C., se le considera, además, como una cerámica de comercio; es muy abundante en Tula, pero se le considera como una cerámica de importación, pues según las investigaciones arqueológicas, los yacimientos de este tipo de barro se encuentran cerca del Soconusco y Guatemala. Sin embargo, los motivos de esta cerámica han hecho identificarla como tolteca, pues están asociados con el repertorio de dioses toltecas como Tláloc, Xipe Tótec, Xochipilli, Ehécatl, entre otros; además, por la presencia de armas como átatl (lanzadardos) y rodelas, portadas por guerreros también presentes en estas representaciones.
La aparición de esta cerámica tolteca en tierras tan alejadas de Tula ha hecho confirmar los estrechos vínculos que tenía con un área que va del Soconusco a Guatemala y El Salvador. La presencia de estos nexos está asociada con un grupo conocido como los pipiles, al parecer grupos nahuas que emigraron a esta región y hasta Mesoamérica. También se sabe por las fuentes históricas del siglo XVI, nahuas y mayas, por la arqueología y la epigrafía, de migraciones toltecas a la zona del Soconusco y Guatemala.
La vasija que se muestra tiene un fino modelado de la figura, de un personaje masculino. Lleva a cuestas una olla y sobresale en la espalda una especie de joroba; como en otras vasijas de este tipo la olla se convierte en cuerpo contenedor que a su vez es sostenido por el personaje esculpido. Se enfatiza la cuerda que ayuda al personaje a cargar la vasija, es un lazo que rodea la cabeza, el cuello y la frente con un nudo; a sus espaldas cuelgan las puntas del lazo. Llama la atención que a pesar de ser una vasija pequeña, el artista que esculpe el rostro da una gran expresividad al personaje. Los rasgos están muy bien resaltados y nos transmite un gesto de esfuerzo, a la vez que el personaje adopta una postura de descanso, como si la carga le pesara y lo obligara a descansar. Lleva orejeras, lo que lo vincula con la nobleza, puede tratarse quizá de la representación de un mercader tolteca.