Este cascabel muestra el rostro de un ser humano con los párpados cerrados; es posible que se trate de un individuo ya fallecido, aunque otra posibilidad es que represente al denominado Dios Gordo. Este ejemplar presenta una aleación semejante al bronce y se manufacturó utilizando la técnica de la cera perdida. Cascabeles similares se han reportado para la Costa del Golfo y es probable que el objeto exhibido provenga de la misma región.
Gonzalo Sánchez
A finales del Posclásico temprano, hacia el siglo XII o XIII, la metalurgia presentó notables avances en algunas partes de Mesoamérica, en particular en Michoacán y Oaxaca. Esto se debió muy probablemente a contactos marítimos sostenidos con mercaderes originarios del mundo andino; se adquirieron no solamente bienes de lejanas procedencias sino, sobre todo, los secretos de un arte de los metales que, en tierras sureñas ya tenía milenios de florecer. Se dominaron así los procedimientos de las aleaciones que permitieron crear formas nuevas y más complejas.
En Mesoamérica, en tan corto tiempo antes de la ruptura tecnológica impuesta por la Conquista, la metalurgia nunca llegó a revolucionar los métodos productivos y, en gran medida, quedó confinada al ámbito del poder de los dioses y de los dirigentes. Las sonajas o cascabeles fueron los primeros objetos de metal en alcanzar gran popularidad, desde los inicios de la metalurgia mesoamericana hacia el siglo VIII o IX.
De esa manera, lo primero que cambió con el uso del metal fue el sonido de las danzas, del paso de los dignatarios y oficiantes cuando honraban a los dioses, cuando se ensartaban los cascabeles y los enrollaban en brazos y pantorrillas de los danzantes, junto o en lugar de las sonajitas de concha y de semilla de antaño. Más tardíamente, con los progresos alcanzados en la técnica de la cera perdida y la de las aleaciones, se hicieron sonajas más grandes, decoradas en forma de cara humana o de animal. Siglos después, a la llegada de los españoles, el sonido del metal también marcó el ritmo de nuevos tiempos, al repicar las campanas de las iglesias.
Marie-Areti Hers