Salta a la vista que esta vasija tiene un aspecto distinto al de la mayoría de las obras mesoamericanas que nos resultan familiares. Llama la atención, por ejemplo, la forma, abombada en la parte inferior y angosta en el cuello, como si tuviera la flexibilidad de un cesto que se vence con el peso. El color blanco de fondo también es muy poco frecuente en la cerámica mesoamericana; si acaso hay un blanco amarfilado en algunos vasos y cuencos mayas. También son peculiares del estilo de esta vasija las franjas negras que forman los campos decorativos. El rojo, con una tonalidad ladrillo obscuro es también sobresaliente. Y, efectivamente, todos estos rasgos forman un estilo que no es propio de Mesoamérica, se trata de la gran tradición Mogollón que abarcó parte de los hoy estados norteamericanos de Nuevo México y Texas y también de Chihuahua. Es decir, es una de las tradiciones culturales de lo que suele llamarse Oasisamérica, un área con agricultura y grandes aldeas de adobe y piedra rodeada de tierras áridas y bandas hostiles.
Esta vasija corresponde cercanamente con modalidades recuperadas en el mayor sitio arqueológico de dicha tradición en territorio mexicano, que es conocido como Paquimé o Casas Grandes. Sin embargo, hubo algunos otros pequeños sitios ligados al centro de Paquimé, como Cuarenta Casas o Cueva de la Olla.
La decoración de la vasija incluye diseños en forma de escaleras muy similares a lo que en Mesoamérica se denomina xicalcoliuhqui. Esta greca escalonada se utilizó con frecuencia en Mesoamérica para expresar la idea de los opuestos cósmicos, puesto que su progresión divide cualquier campo en dos áreas yuxtapuestas. El uso del negro y el rojo para colorear ambas áreas opuestas en la vasija sugiere que el diseño tendría también un significado cosmológico equivalente al que se advierte en el arte mesoamericano.
La integración de figuras humanas con vasijas fue común en la cerámica Mogollón y en la de Casas Grandes en particular. A veces se trata de cuerpos completos (a la manera de lo que ocurre en la cerámica funeraria de las tumbas de tiro) y a veces son partes del cuerpo. Lo mismo ocurre con los zoomorfos. En este caso se han utilizado dos cabezas zoomorfas como asas de la vasija; acaso zorros o coyotes. Su identificación es difícil porque se trata de un diseño esquemático.