Nuestra pequeña figurilla es la representación de un hombre con barba al cual vemos sentado con las piernas flexionadas y los brazos doblados que le rodean las rodillas. Entre las piernas yace lo que parece ser un bastón. Lleva puestas grandes orejeras de tapón y porta en la cabeza un elaborado tocado compuesto por un par de borlas laterales así como por varias capas de textiles plegados y doblados de una manera compleja que le conceden una presencia solemne al personaje, pese a su pequeña talla que se ve acentuada debido a que la pieza recibió una delgada capa de color blanco.
Posiblemente es la representación de un personaje de importancia, quizá de un mercader o comerciante, es decir de un pochteca -en lengua náhuatl- debido principalmente a que en sus rasgos generales incorpora muchas de las características que definen a una deidad que ha sido identificada como el dios de los mercaderes y que era llamado Yacatecuhtli. Una deidad que se representa en algunas de las pictografías elaboradas anteriores a la Conquista, por ejemplo en el Códice Fejérváry Mayer, también llamado el Códice de los Mercaderes, y por lo general lleva como elemento distintivo una barba que termina en punta y que le rodea la parte inferior del rostro.
La presencia de la barba es significativa debido a que tanto Yacatecuhtli como Huehuetéotl, dios del fuego viejo, a menudo están representados con este singular elemento que algunos estudiosos han identificado como una barba postiza, posiblemente fabricada de fibras vegetales, y es una característica que los vincula.
Los detalles de la pieza, así como el tratamiento de la superficie, se deben a que para su elaboración fue utilizado un molde, por lo cual es muy probable que muchas figurillas iguales a la que aquí vemos, fueron fabricadas en serie, y que eran parte importante en ceremonias que llevaban a cabo los pochteca.
Los textos de Bernardino de Sahagún, fraile franciscano que registró muchas de las prácticas de este grupo, describen algunas de las ceremonias que llevaban a cabo. Por ejemplo, nos explica que en el seno de la sociedad nahua, en Tenochtitlan y Tlatelolco, dos ciudades que dominaron el Altiplano central en un tiempo anterior a la llegada de los españoles, eran considerados espías y a menudo eran premiados por los tlatoani, es decir por los gobernantes de estas dos importantes ciudades.
Era una parte fundamental de la sociedad que gozaba de muchos privilegios debido a que eran ellos quienes proveían a las clases dominantes de los bienes suntuarios que requerían; ellos transportaban desde distancias tan lejanas -como es el actual país de Costa Rica- materiales como, por ejemplo, plumas preciosas de ave. Aunque posiblemente muchos de los privilegios de los cuales gozaban se debían a que los pochteca servían de mercaderes, a la vez que hacían las veces de espías.
Bajo el abrigo del comercio y del intercambio, ellos tenían la posibilidad de observar la manera en la que los amigos o enemigos de los tlatelolcas se comportaban y su manera de hacer la guerra, de tal modo podían reportar lo que veían a los gobernantes. Cabe pensar entonces que este grupo participó en cierta medida de las estrategias de expansión de los mexicas y de los tlatelolcas, y podríamos imaginar que nuestra pequeña figurilla es la representación de un pochteca, quizá una suerte de retrato de alguien que sentado mira de frente al tlatoani mientras le informa de las grandezas y detalles que vio en tierras lejanas.