En las montañas de México y Centroamérica como en las planicies costeras provistas de piedra, la arquitectura ceremonial se recubrió en muros y columnas de magníficos relieves. En la Península de Yucatán fueron hechos en rocas calizas, en la llanura costera del Golfo de México sobre lajas de piedra arenisca y en el Altiplano central en basaltos y andesitas. Las zonas de origen volcánico de Mesoamérica fueron propicias para obtener piedras de particular dureza, principalmente rocas metamórficas, útiles como cinceles en el proceso de tallado de los relieves.
Por supuesto, un cincel de gran dureza no bastaba para esculpir, importaba mucho la adecuada selección de las piedras que servirían de soporte y una combinación apropiada de técnicas que incluían en proporción importante la abrasión. No hubo en el México antiguo cinceles de metal, por lo menos no antes de la parte final del período Posclásico (itálikas 1200-1521 d.C.) y si es que los hubo, éstos habrían sido de cobre, verdaderamente inútiles como para enfrentar las tareas del tallado de piedra.
La civilización de Mesoamérica se forjó con herramientas de piedra y los relieves escultóricos ciertamente no escapan a esta misma consideración. Por supuesto había tamaños distintos de cinceles, unos más anchos y capaces de desbastar la roca hasta obtener una superficie relativamente plana sobre la que esculpir, mientras que otros serían mucho más finos, más delgados y útiles para hacer surgir de la piedra las figuras del relieve. En el caso del que aquí nos ocupa, obtenido de una roca metamórfica particularmente compacta, es un instrumento muy poderoso que se utilizaría en la preparación de la superficie escultórica. Todavía alcanza a distinguirse en la base, la parte más angosta del objeto, el desgaste dejado por el percutor.
En cuanto al lugar de su procedencia es prácticamente nada lo que ahora puede decirse, se trata de una pieza obtenida en excavaciones clandestinas y de la que no quedó mayor registro de su hallazgo. La roca que sirvió para su fabricación viene con seguridad de algún punto en la montaña pero hay que recordar que tan apreciadas herramientas también fueron objeto de comercio. Sólo por poner un ejemplo, la totalidad de los cinceles que han sido recuperados hasta ahora en la región de El Tajín, los que probablemente se utilizaron en la antigüedad para dar forma a varios tipos de escultura, vienen sin excepción de las tierras altas de Veracruz, muy probablemente de la región del Cofre de Perote. Así que nuestra pieza en realidad puede proceder prácticamente de cualquier lugar de México y haber sido utilizada por varias generaciones de escultores en un lugar que lamentablemente jamás estaremos en posición de conocer.