A los huastecos los identificaban sus vecinos otomíes como “la gente del pene”[1]; los aztecas los conocían por tohuenyome, “los que son nuestra ofrenda”, puesto que eran las víctimas por excelencia de sus sacrificios rituales. Originarios del oriente y del mar, andaban desnudos y practicaban cultos fálicos, además de ser poderosos brujos que podían transformarse en animales monstruosos; tanta era la mala fama que tenían entre los mexicas que de ella se nutre Tezcatlipoca cuando dice el mito que disfrazado de comerciante huasteco, estando desnudo en el mercado, hizo que la hija de Huemác cayera perdidamente enamorada de él con sólo mirarlo.
La Villa de Pánuco, Santiesteban del Puerto (1522) fue una de las primeras fundaciones españolas en México y de los huastecos; Díaz del Castillo opina en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España que …gente más sucia y mala y de peores costumbres no la hubo como ésta de la Provincia de Pánuco.
Aun tratándose de maliciosas acusaciones originadas en la visión mexica de un pueblo de costumbres ajenas, lengua distinta al náhuatl y por supuesto rebelde a su dominación, quizá había algo en la conducta cultural de los huastecos que habría dado pie a todos estos señalamientos.
Por lo menos en la perspectiva de la arqueología es evidente que existió de antiguo en aquellas tierras un culto fálico que todavía en el Posclásico se mostraba acompañado de toda una variedad de demostraciones, entre ellas la sodomía. Por otro lado, es común la representación escultórica de gobernantes desnudos que muestran el miembro viril y lo mismo podemos decir de las figurillas cerámicas que conocemos de este inmenso territorio costero.
La pieza que nos ocupa corresponde a un grupo de vasijas–efigie con figuraciones humanas que fueron fabricadas en época tardía con una arcilla caolinítica que permitía un modelado muy fino y una coloración particularmente blanca después de la cocción. Es posible que hubiera en la época prehispánica una buena cantidad de talleres de alfareros especializados en su producción. Se trataba de objetos muy demandados en el siglo IX de nuestra era y que continuaban siendo muy apreciados en el Posclásico. Además de ollas con grandes asas de tipo “estribo”, se elaboraron esta clase de figuras que fueron profusamente decoradas con motivos geométricos pintados en color negro, con los genitales masculinos expuestos y haciéndose acompañar de un grueso bastón.
[1] J. Galinier, “La Huasteca (espace et temps) dans la religion des Indiens Otomis” en Actes du xliie Congrès International des Américanistes, vol. LX-B, París,1979.