De procedencia desconocida, aunque por la delicadeza de las formas y el estilo podría proceder de Palenque. Modelado en estuco, el rostro del personaje, muy probablemente un gobernante, presenta los rasgos clásicos del arte maya de la región del Usumacinta y Palenque. De hecho, el diseño de rostro tan oblicuo, con el arranque de la nariz exageradamente pronunciado en la frente, justo donde comienza el aplanamiento producido por la modelación cefálica tabular oblicua, son rasgos característicos de los rostros palencanos. El corte de pelo escalonado y el tocado eran también empleados por los reyes de Palenque.
Toda la escultura está cargada de simbología; los mayas pocas veces representaban elementos puramente decorativos. Cada uno de los componentes que formaban tocados, pectorales y vestimenta en general tenían su propia simbología, lo que permitía al gobernante vincularse con el poder sobrenatural del objeto. Solían reproducir dioses o entidades sobrenaturales, tal y como se advierte en el elaborado tocado de esta pieza. De abajo hacia arriba se reconocen a ambos lados y de forma simétrica dos orejeras circulares vistas de frente y atadas con doble nudo. Sobre ellas, entidades sobrenaturales de perfil, atados y otras orejeras anudadas correspondientes a los rostros que forman el tocado.
La cabeza del tocado está coronada por una banda de placas con pequeños adornos colgantes y que lleva en el centro la cabeza de un ser sobrenatural. Encima de éste se modeló un personaje de cuerpo completo y frontal que está fracturado y ha perdido la cabeza. Pese a que no se aprecia en la imagen, la banda real se ataría atrás, y los elementos flamígeros o vegetales que se advierten a los lados se corresponderían con el final del atado de la banda. Un adorno superior en forma de rejilla que se entrelaza y que finaliza en cabezas de perfil de seres sobrenaturales con bocas abiertas de las que surgen los rostros de otros personajes, remata por la parte superior todo el complejo iconográfico de este retrato.
Estas figuras de bocas abiertas solían ser representadas por serpientes vinculadas al dios K’awiil, un dios al que se le invocaba para contactar o comunicarse con ancestros o dioses quienes salían precisamente de la boca de esa serpiente. Además hay que añadir que la cabeza del dignatario reposa sobre la parte superior del rostro de un felino, reconocible por las orejas, hocico y los colmillos que los artistas mayas recreaban en forma de espiral para dar mayor efectividad a su fiereza. A ambos lados del felino se modelaron dos deidades de perfil.