Vista de cerca, como si se tratara de una pieza independiente y con sentido por sí sola, esta águila teotihuacana parece más un bosquejo que una obra acabada, y su expresión resulta caricaturesca. Pero tal impresión es resultado del aislamiento de la pieza respecto al conjunto del que formó parte. Se trata de una figura muy pequeña que estaba integrada a un conjunto en el que había decenas de otras piezas. Todas ellas, pegadas con un poco de argamasa a un soporte también de barro, conformaban el gran penacho escenográfico de un brasero.
Los braseros de uso familiar, empleados en los patios de las casas o en algunos recintos religiosos restringidos, consistían en dos conos yuxtapuestos en su parte más ancha. El inferior contenía las brasas y el superior era una tapa con ventilación. El soporte que sujetaba la escenografía formaba parte del cono superior, y el humo salía por los orificios previstos para envolver las imágenes del penacho ornamental: plumas de quetzal, mariposas, ojos emplumados rellenos de láminas de mica u obsidiana, algunos rostros con tocado y nariguera, águilas, flores y algunas otras figuras.
En resumen, nuestra águila no es otra cosa que un pequeño fragmento del conjunto ornamental de un brasero. Muchas de las pequeñas piezas que formaban el penacho de los braseros se hacían con molde y es posible que algunas formas o partes del águila hayan salido de un molde para ser posteriormente detalladas a mano.
Las plumas alrededor de los ojos son bien distintas de las hendiduras en la cara de los búhos, la forma en que estas plumas se abren hacia fuera es característica del águila. La identificación de la pieza como búho no tiene fundamento; lo mismo ocurrió con la representación pictórica frontal de una serie de aves en una de las habitaciones del monasterio teotihuacano de Tetitla; se las identificó como búhos hasta que un análisis más detallado descubrió que se trataba de águilas. Por cierto que dichas representaciones pictóricas guardan cierta semejanza con nuestra pieza.
No sabemos hasta qué punto el águila teotihuacana participaba del simbolismo solar, celeste, guerrero masculino que llegó a tener entre toltecas y mexicas. Lo cierto es que Teotihuacán parece haber sido el primer lugar en el que el águila tuvo un papel importante, si bien no alcanzó el protagonismo que tendría a lo largo del Posclásico.