La figurilla teotihuacana que aquí vemos se encuentra ligada al temprano desarrollo alfarero que se desenvolvió en la Cuenca de México durante el Preclásico, y es muestra de la evolución de la tradición alfarera. La práctica de fabricar con barro pequeñas esculturas de mujeres es muy antigua en Mesoamérica, y en las tempranas poblaciones de la Cuenca de México abundan figurillas femeninas modeladas a mano.
Uno de los temas que éstas presentan frecuentemente y que continúa siendo representada en épocas subsecuentes es el de una mujer cargando a un infante. Más adelante el mismo tema, madre e hijo, se repite en Teotihuacán, ya no modelada a mano sino fabricada en molde. En este ejemplo, la mujer se encuentra sentada, con las piernas dobladas hacia un lado y lleva un tocado sencillo de dos tiras, a la vez que el niño que carga en brazos lleva un gran tocado, que lo identifica como un personaje importante, quizás ligado a un linaje o grupo dominante.
Un ejemplo semejante lo encontramos en la colección Stavenhagen del Centro Cultural Tlatelolco, UNAM en la Ciudad de México y en Los Angeles County Museum encontramos otro que ha sido fechado entre 150-350 d.C. (ver City of Gods, p.225, fig.85).
Manuel Gamio (tomo I, lámina 92, p.183) al describir algunos otros ejemplos de figurillas fragmentadas que localizó en el relleno de la Pirámide del Sol de Teotihuacán a principios del siglo XX, destaca que es su modelado rústico el que hace que difieran siempre una de otra, aunque son iguales en su temática. La figurilla que aquí vemos permite conocer cómo se percibía a la mujer en esta época temprana de Teotihuacán y un mayor estudio permitiría por ejemplo, conocer un amplio muestrario de peinados y tocados, y determinar que las mujeres teotihuacanas vestían ropas de fibra, posiblemente de algodón, la falda y el quechquémitl, la tradicional vestimenta de la mujer.
Estas pequeñas esculturas de barro modelado nos refieren a la vida religiosa y social de la mujer teotihuacana anterior a 400 d.C. Debido a que muchas de las figurillas modeladas se localizaron fragmentadas primordialmente en un contexto de desecho doméstico, se propone que formaban parte de la vida social y religiosa que se desarrollaba en un contexto privado entre los habitantes teotihuacanos, y para entender la posible función de las figurillas es necesario pensar en cómo eran las viviendas.
Como nos lo explica la arqueóloga Evelyn Rattray aparentemente la población entre 200- 400 d.C. en la fase Tlamimilolpa, habitaba en casas y estructuras de materiales perecederos o de construcción sencilla. El mobiliario de su casa era austero y frugal. Pensemos por ejemplo que la cocina probablemente se llevaba a cabo en estufas cerámicas de tres soportes o sobre tres piedras, un three pronged ceramic stoves colocadas directamente sobre el suelo apisonado. Su dieta habrá sido de tortillas, atole o tamales, frijoles, amaranto y chía, a la vez que una gran variedad de alimentos acuáticos como batracios preparados en salsas de chile o asados, e insectos tales como hormigas y gusanos de maguey.
Durante su vida de esposa y madre la mujer también habrá tejido y participado en las actividades agrícolas, pero su vida doméstica probablemente transcurría principalmente entre la preparación de la comida y crianza de los hijos, con constantes ceremonias y ofrendas para asegurar el bienestar y buena función. Las figurillas serían colocadas en el suelo o sobre el altar de la comunidad por la mujer, y se les hará ofrenda continua.