Al sur de la Laguna de Alvarado, en los terrenos de aluvión que hoy pertenecen a los municipios de Tlalixcoyan y Tierra Blanca, se asentó una numerosa población distribuida en forma un tanto dispersa. Las excavaciones arqueológicas que condujo Medellín Zenil a partir de 1953 en Los Cerros y Dicha Tuerta, después en Nopiloa (1957-58) y Apachital (1962) permitieron establecer la identidad regional de esta parte de la llanura costera veracruzana; una cultura de barro y adobe, puesto que el territorio no ofrece piedra en abundancia. El mismo Medellín no asignaba entonces una ocupación anterior al año 300 d.C. al sitio de Los Cerros. Nopiloa resultaba incluso más tardía en la secuencia cronológica que propuso para el área cultural. Sus excavaciones sólo proporcionaron un cuerpo de datos relevante para esta época y hasta el año 900 d.C.
Sin embargo, esto no significa que aquel territorio enmarcado por grandes ríos no hubiera sido objeto de una actividad cultural previa. En realidad la información reunida por Medellín sólo daba cuenta de un marcado cambio en el patrón de asentamientos, mismo que luego habría determinado el posterior poblamiento de Los Cerros y de sitios tan importantes como serían precisamente Dicha Tuerta, Nopiloa y Apachital. En el Clásico tardío florecen varios centros regionales y se define el estilo artístico que hoy podemos reconocer en una producción ejemplar de verdaderas esculturas de barro.
La cocción de tan singulares figuras, huecas en su interior, presupuso el desarrollo de una técnica que evitara su resquebrajamiento. Con este propósito se dejaban oquedades, aberturas en el barro fresco, que permitían el fácil escape del vapor de agua durante la cocción; que seguramente se efectuaba al aire libre dadas las dimensiones de las piezas, acercándoles leña y cuidando la uniforme distribución del calor.
Este personaje sedente de piernas cruzadas es un hombre joven con la boca abierta, hueca en el interior, que viste sencillamente pero que advierte sobre su importancia en la sociedad al llevar puestas grandes orejeras cilíndricas. El tocado es apenas una discreta banda que se ajusta a la frente. El rostro es de una fuerza expresiva inigualable, la misma boca y los ojos vacíos de pupilas lo hacen ver sin vida. Sin embargo, el torso aparece lleno de fuerza, las manos descansan en las rodillas, las piernas se muestran vigorosas y terminan en grandes pies con dedos y uñas delicadamente remarcados. La pieza debe proceder de un antiguo basurero ceremonial dado su perfecto estado de conservación; a juzgar por las fracturas que presenta no es improbable que se haya roto justo en el momento de extraerla del depósito donde se conservaba, pero si la cabeza fue separada del cuerpo en la antigüedad entonces es posible que hubiera sido “matada” ritualmente.