Durante el periodo Preclásico las esculturas cerámicas de pequeño formato son común en el registro arqueológico en diferentes sub-áreas mesoamericanas. En el caso de la región reconocida como valle Puebla-Tlaxcala su presencia es frecuente.

En estos siglos en los que se conforman los elementos culturales prehispánicos, la interpretación plástica del cuerpo humano resulta ser diversa en la manera de elaborarse. Un ejemplo de ello es esta pieza. Se trata de una obra elaborada en arcilla modelada con aplicaciones e incisiones que definen al personaje. Pese a no contar con las extremidades inferiores, el tronco permite advertir su abultado vientre y sus pechos, lo que sugiere una figura femenina embarazada. No obstante, lo más llamativo de este estilo escultórico es la cabeza plana y triangular, lograda por medio de la digitación que se complementa con aplicaciones en forma de círculos que, junto a incisiones rectas, crean los ojos y la boca semiabierta.

Durante esta fase el valle comienza a gestar asentamientos de gran relevancia en el devenir de la zona como son: Amalucan, Cholula, Tlalancaleca, Totimehuacan y zona centro norte de Tlaxcala, las cuales ostentan una afinidad ritual con los volcanes Popocatépetl, Iztaccíhuatl y Matlalcueye respectivamente.

En todos estos sitios mencionados, la presencia de figurillas cerámicas que priorizan el cuerpo femenino es frecuente. Si bien no reconocemos el contexto puntual en el que fue hallada dicha pieza, es probable que su intención de manufactura este fuertemente vinculado con las nociones de fertilidad y renovación, condiciones fundamentales en una sociedad agrícola.