Incluida dentro del lote 1622, esta pieza extraordinaria corresponde al soporte de una vasija, posiblemente un cajete o plato, elaborada durante la última etapa mesoamericana en la Coatlalpan, es decir, el actual valle de Matamoros. Lo atrayente del fragmento es el alto nivel de detalle, a pesar de tratarse de una aplicación que se coloca debajo de una forma determinada.
La manufactura comenzó con un molde que en su dorsal o cara exterior proyecta un ser zoomorfo, mientras que su ventral se encuentran plano. Es posible advertir un par de aplicaciones que figuran una extremidad y una oreja. Por medio de la técnica de incisión se acentúan el ojo, la boca, así como los dedos y las arrugas del rostro. Como acabado de superficie se observa un pulimiento a palillos homogéneo que se realizó por el alfarero de arriba hacia abajo. La decoración por su parte, constó de un baño de color negro que se aprecia en las aplicaciones, así como un color rojo que cubre la mitad de la obra y cuyo esmero sugiere más bien un bruñido como término.
Las características que presenta la pieza, es decir, los marcados pliegues en el cuerpo y la pata, considera un atributo plástico para los cánidos visto en códices como son el Borgia, Mendocino o el Telleriano-Remensis, donde se advierte este tratamiento para la entidad llamada Xólotl. Situación similar ocurre con la impresionante escultura monolítica documentada en la CDMX, donde la cabeza del dios ostenta atavíos que los relacionan con Quetzalcóatl (hermano gemelo) y cuyo semblante esboza enojo.
El detalle de la pieza revela la gran destreza de los alfareros coatlalpanecas encargados de su manufactura. La combinación de técnicas, el manejo de los colores, su aplicación, así como el minucioso pulimiento son muestras incuestionables de ello.