El artefacto que a continuación se describe es una pieza de cerámica utilitaria, se trata de un tecomate, manufacturado mediante la técnica de modelado manual, con algunas aplicaciones añadidas mediante pastillaje. Es una pieza ápoda, pues su base carece de soportes de algún tipo y es de silueta redondeada lo que ciertamente dificulta su estabilidad.
Esta bella vasija destaca por la redondez de su silueta, notablemente modelada que demuestra la maestría del o la alfarera que la creó. Fue realizada con un tipo de barro café claro con poco desgrasante. Sobre este se agregó un engobe igualmente de barro, finamente colocado, de manera muy uniforme. Posteriormente se aplicó sobre la superficie del artefacto un baño de pintura roja, que es perceptible de manera particular en la parte superior de la vasija, en el área de sus bordes.
Como decoración le fue añadida mediante incisiones, líneas verticales rectas alrededor de la boca de la pieza. Este tipo de decoración incisa rastrillada es una constante en la tradición alfarera de Mesoamérica, pues se encuentra presente en infinidad de piezas que datan desde el periodo Preclásico (1400 a.C.-200 d.C.) hasta el Posclásico (900-1521 d.C.). En el cuerpo de la vasija, en su parte media se le colocaron cuatro protuberancias en pastillaje. No podemos sino especular, pero esas líneas en su conjunto, junto con las cuatro aplicaciones en pastillaje no dejan de recordarnos la figura de un cosmograma (un plano o mapa de todo lo que existe en la tierra y el universo) que a la usanza de la tradición religiosa mesoamericana dividía en universo o cosmos en cuatro rumbos, cada uno de ellos asociado con características específicas de la naturaleza, fauna, flora y fenómenos climáticos. Estos cosmogramas se han registrados en otros soportes plásticos como los códices, lo que realza su relevancia. Quizás, aunque estemos ante la presencia de una vasija con una finalidad práctica, no se puede descartar el elemento simbólico dentro de la elaboración de la pieza en cuestión.
El presente artefacto se puede relacionar por su manufactura, forma y decoración con las culturas del periodo Clásico mesoamericano (200-900 d.C.) del Altiplano Central. Esa área cultural que durante dicho periodo presentó un desarrollo notable, presenció el surgimiento de múltiples asentamientos urbanos que son emblemáticos de la historia mesoamericana. Como cruce de caminos que tenía como punto nodal a la ciudad de los dioses, Teotihuacán, el altiplano central constituyó un mundo histórico. En cierto sentido esta pieza guarda algunas reminiscencias con la cerámica tipo Coyotlatelco, que marcó una transición histórica entre los periodos Clásico y Posclásico pues en esta cerámica se aprecian pastas de color café amarillento, con superficies brillantes, bien pulidas y decoraciones artísticas variadas entre las que se incluyen incisiones y rastrillados.
Esta pieza en su conjunto nos remite al Clásico mesoamericano del Centro de México y su carácter utilitario nos indica que fue manufacturada para el uso doméstico, pero sin descartar en lo absoluto una carga ideológica y simbólica como ya se señaló líneas arriba, evidencia la mentalidad y maneras de concebir al mundo de los antiguos habitantes de esta región mesoamericana.