Esta pieza evidencia la creativa atención en los detalles de la escultura cerámica modelada en pequeño formato por parte de la sociedad chupicuareña. Aun cuando exhibe limitaciones en la habilidad figurativa de los artífices, presenta un interesante repertorio de elementos.
Durante la fase tardía del periodo del primer periodo de la historia de Mesoamérica, llamado Preclásico, se desarrolló la cultura Chupícuaro. En relación con sus peculiaridades históricas, se inscribe en la región del Occidente, si bien, mantuvo importantes interacciones con los pobladores del Centro de México, en particular con los de Cuicuilco. Seguramente una ruta de enlace fue el río Lerma, que nace en el valle de Toluca, Estado de México, y luego fluye hacia el poniente, en donde es paralelo a la frontera oriental entre las actuales entidades de Guanajuato y Michoacán.
Precisamente en la confluencia del río Lerma con el río Tigre o Coroneo, en el municipio guanajuatense de Jerécuaro, se ubicaba el pueblo de Chupícuaro, de donde se tomó el nombre de esta cultura. A raíz del proyecto de construcción en esa localidad de la presa Solís, entre 1945 y 1947 el INAH realizó labores de rescate arqueológico que arrojaron nociones de los contextos originales funerarios subterráneos y a nivel de superficie de una abundante y notable producción artística cerámica, entre otros objetos, que ya por entonces se hallaban en colecciones nacionales y extranjeras.
En Guanajuato, además del valle de Acámbaro y la cuenca del lago de Cuitzeo, la distribución de la cultura Chupícuaro abarca el valle de Morelia, en Michoacán, y las llanuras del sur de Querétaro.
La obra tiene atributos del estilo llamado “slant eye” u “ojos rasgados” por Muriel Noé Porter quien, junto con Daniel Rubín de la Borbolla, Román Piña Chan y Elsa Estrada Balmori, realizó dicho rescate arqueológico en Chupícuaro. En su diminuta estructura sólida, es atractivo el minúsculo detalle en pastillaje, que consiste en aplicaciones de la pasta de barro adheridas al volumen base –únicamente en la parte frontal- para formar los peinados, tocados, cejas, ojos, nariz, boca y orejeras.
La posición sedente con las piernas entrecruzadas de la obra (semejante a la de la figura con registro 835 de la Colección), permite imaginar que acaso represente una mujer.
Me parece oportuno destacar que el peinado muestra un mechón abultado que parece salir de la cima de la cabeza, el cual recuerda el peinado de esculturas también sólidas y pequeñas de la cultura Tlatilco, propia del Preclásico medio, en la gran cuenca lacustre del Centro de México (a este respecto, en el catálogo de la colección custodiada por el Museo Amparo, puede verse el estudio sobre las piezas con los registros 699, 701 y 703).
En su manufactura poco diestra, no deja de sorprender que cuente con orejeras con forma de disco o circulares, lo cual manifiesta la importancia de este atributo de identidad, jerarquía, función o belleza.