Se trata de una mujer en posición de pie, con los brazos a los lados separados del torso; la cabeza alargada corresponde a la modificación craneana tabular erecta; aparenta juventud. La pieza nos permite poner la atención en los criterios de naturalismo presentes en la diversidad estilística del arte cerámico creado por la cultura Tlatilco, en correlación con sus interacciones con otras culturas y la movilidad poblacional.
Del 1400 al 900 a.n.e., esta sociedad habitó un amplio territorio de la región mesoamericana llamada Centro de México o Altiplano Central. Sus asentamientos se localizan en los sectores poniente y sur del sistema lacustre de Texcoco, Xochimilco y Chalco. Entre otros, los sitios El Arbolillo, Tlatilco, Tlapacoya y Zohapilco se localizan en la actual demarcación del Estado de México y en Morelos están Gualupita, Atlihuayán, Chalcatzingo, San Pablo Hidalgo y Nexpa. Además de desarrollar una vigorosa tradición artística cerámica local, la cultura Tlatilco integró expresiones del arte de la cultura olmeca de la Costa de Golfo, así como de la región occidental de Mesoamérica, en particular de la fase inicial de la tradición de tumbas de tiro.
La creación por parte de los tlatilquenses de imágenes humanas o de entidades fantásticas con rasgos del estilo olmeca, así como de peculiares formas de alfarería como los botellones acinturados o con asa de estribo características del arte funerario de las zonas de Capacha, en Colima y Mascota, en Jalisco, testimonian que en el Centro de México confluyeron imágenes artísticas que sirvieron de modelo en la plástica local, a la par del intercambio de diversos objetos y materiales, incluídos los artísticos, como parte de un entramado de relaciones comerciales, políticas, religiosas y sociales que contribuyen a sustentar la validez de Mesoamérica, como un concepto de estudio.
Se advierte apego a las proporciones y a la composición de la corporeidad humana, en particular, si se comparan con el famoso tipo D1 (en la Colección custodiada por el Museo Amparo pueden verse, por ejemplo, la del registro 658) del arte escultórico tlatilquense. En dicha variante estilística, las mujeres tienen torsos aplanados, hombros y cinturas estrechas que contrastan con la anchura de la cadera, piernas cónicas y sin pies, y la atención a los detalles se encuentra en la vista frontal, la superficie posterior suele estar poco trabajada.
Con una intencionalidad plástica distinta, presenta una tridimensionalidad más uniforme; en la base plana de las piernas hay incisiones que marcan los dedos, insinuando así los pies; por medio del mismo recurso también se representaron las manos. El afán naturalista descuella en la mujer, pues tiene las clavículas relevadas y con finas ondulaciones se marcan las rodillas, los tobillos y las nalgas; su tocado o peinado, a base líneas incisas angulares contínua en la parte posterior, al igual que las secciones con pintadas de rojo sobre el engobe crema; en el rostro además hay franjas de color negro. Sus orejeras, a base de ranuras horizontales, pudieran ser argollas a lo largo de los lóbulos, como se ven, de modo relevado.
En la concepción naturalista de esta mujer parece discordante que sus brazos sean cortos; una cuestión técnica lo explica. Estos elementos delgados que se proyectan exentos del torso son componentes sumamente frágiles en una obra escultórica cerámica; su largo limitado contribuye a evitar fracturas indeseadas. En este orden de ideas, resulta significativo, en relación con lo que deseaba comunicarse, que las piezas eleven las extermidades superiores, pues plásticamente, expresan movimiento y actitudes vitales.