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Figurilla zoomorfa | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Figurilla zoomorfa

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Región Occidente
Período Preclásico tardío
Año 400 a.C.–200 d.C.
Técnica

Barro modelado con pastillaje, incision y pintura

Medidas 4.5   x 7.7  x 5.8  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 347
Investigador
  • Erik Chiquito Cortés

Se trata de una pieza de pequeño formato elaborada en barro color café. La forma se logró a través de la técnica de modelado, la cual se complementó con aplicaciones y una capa de engobe en la que se emplearon un par de pigmentos en tono bayo y rojo. Cabe señalar que el tratamiento de superficie es alisado, visible en las marcas que dejó la fibra vegetal con la que lograron dicho acabado.

La representación evoca la figura de un cánido echado, cuyo cuerpo se logra por medio de un cilindro curveado a manera de “u” que a su vez, es aplanado en sus márgenes. Sus extremidades se realizan por medio de un corte central que divide la pieza en dos. En correspondencia con sus patas y como aplicación, se advierten dos colas cónicas de punta redondeada que divergen del eje; así como un par de cabezas con orejas erguidas, ojos grandes, fosas nasales pronunciadas, sin olvidar los hocicos alargados que delimitan sus lenguas elaboradas por pequeños tubos. Por tanto, estamos frente a una composición plástica de un perro en reposo, el cual, al tener su boca abierta y la lengua expuesta, sugiere la idea de que se encuentra jadeando.

Mucha tinta ha corrido respecto a la importancia de estos animales en el mundo prehispánico, visible no solo en su arte, sino también manifestado en las crónicas del siglo XVI. Asimismo, su imagen en la actualidad se ha convertido en un infaltable dentro de las conmemoraciones del día de muertos en México, lo que fortalece su perfil como fiel acompañante de las ánimas en su camino al más allá.

El factor que más llama la atención es la concepción dual de la obra, en la que dos colas y cabezas, comparten un cuerpo. Este recurso plástico es habitual en las figurillas cerámicas documentadas en zonas como el Altiplano Central y el Occidente durante el periodo Preclásico Medio-Tardío, aunque con una predilección por el perfil humano. Sin embargo, el objetivo de representación es análogo, ya que se prioriza una dualidad inherente.

La divergencia más notoria se observa en la decoración, la cual consiste en el uso de los pigmentos rojo y bayo que cubre la mitad del cuerpo, mientras que en el rostro del cánido se intercala entre las orejas y el hocico. Dicha bicromía reitera y fortalece la noción dual descrita en el párrafo anterior, además de que nos permite adentrarnos a una condición de gran relevancia en el mundo prehispánico que es el significado del color.

Si bien la obtención de las pinturas tiene diversos orígenes (mineral, vegetal o animal), es muy probable que las que cubren la figurilla provengan de la hematita (rojo) y la geotita (bayo), pues ambos pigmentos aparecen en el registro arqueológico desde tiempos muy tempranos.

La presencia de estos colores, por ejemplo, hacia el Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.), se pueden vincular con la dirección del mundo, ya que en la lámina 1 del códice Fejérváry-Mayer, el oriente se relaciona con el rojo, mientras que el amarillo con el norte. En otras fuentes históricas del siglo XVI, los dos conforman el este del universo, sitio donde principia el día.

En ambos casos se alude al momento en el que el sol emite sus primeros rayos (aurora), para colocarse en el punto central de su trayecto (zenit). Es decir, articula un mecanismo dual de inicio y vitalidad. La relación cánido-astro es frecuente en el imaginario mesoamericano, pues quien ayuda al sol por su travesía en el inframundo es justamente un perro, señalado en el mundo nahua como Xólotl.

 

Rep. Aut. I.N.A.H.

2 Sur 708, Centro Histórico,

Puebla, Pue., México 72000

Tel +52 (222) 229 3850

Abierto de miércoles a lunes de

10:00 a 18:00 h

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